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Indígena a las boletas

Una mujer indígena buscará ser candidata independiente a la presidencia de la República. Es un hecho inédito en México. Y no solo porque los indígenas y las mujeres son dos universos relegados y postergados en el país, sino porque los propios indígenas han relegado y postergado históricamente a las mujeres, y porque el movimiento indígena más conocido en las últimas décadas -el Ejército Zapatista de Liberación Nacional- siempre propuso la lucha armada para combatir la opresión de los marginados, y desdeñó la vía democrática como instrumento del cambio social. Por eso todo esto es un giro de largo alcance. El domingo pasado se dio a conocer que la vocera del Concejo Indígena de Gobierno será María de Jesús Patricio Martínez, quien también será la candidata presidencial. Marichuy, como se le conoce, nació en 1963 en Tuxpan, Jalisco, un pueblo de origen nahua, y se ha destacado en el ámbito de las comunidades por ser una gran conocedora de la medicina tradicional.

Así las cosas, no será el EZLN el que participe formalmente en las elecciones de 2018, sino el Congreso Nacional Indígena, una organización   conformada por más de cuarenta pueblos, naciones y tribus originarios que radican en todo México, que tiene el objetivo de crear un espacio de solidaridad entre todos ellos. Si bien los pueblos zapatistas forman parte del CNI, no conforman su totalidad. Y la sombra del Subcomandante Marcos, con su perfil publicitario para atraer intelectuales, se ha esfumado del escenario.

En el fondo, la ausencia de Marcos es lo que tiñe la nueva propuesta de los indígenas. De hecho, la idea original de presentar a las elecciones presidenciales a una candidata indígena fue del EZLN. Ellos la propusieron a los delegados que asistieron al Quinto Congreso Nacional Indígena, que se celebró en octubre del 2016 en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Durante una plenaria cerrada y tras una larga deliberación, se aceptó la propuesta y se tomó la decisión de emprender una consulta entre los pueblos indígenas representados para analizar si estaban de acuerdo con la participación de una candidata indígena en las boletas electorales.

La consulta duró tres meses y sacó a la luz los principios que constituyen el basamento político del nuevo Congreso Nacional Indígena  (obedecer y no mandar; representar y no suplantar; servir y no servirse; convencer y no vencer; bajar y no subir; proponer y no imponer; construir y no destruir). Posteriormente, se eligió a una mujer indígena para que fungiera como vocera de este concejo y para que participara como candidata independiente en las elecciones de 2018.

El movimiento es más que el EZLN, y va mucho más allá de Chiapas. El fin de semana se reunieron, aunque de nuevo en San Cristóbal de las Casas, cerca de mil delegados y concejales del CNI de cada uno de los estados del país para conformar el Concejo Indígena de Gobierno, y para discutir cuáles serían sus propósitos, estrategias, funcionamiento, organización y vinculación con otros sectores de la sociedad.

La aparición de los zapatistas en la arena electoral generó un alud de críticas. Por un lado, el representante del PAN ante el Consejo General del INE pontificó que se trataba «de una ocurrencia y un disparate», como si las mujeres indígenas solo fueran buenas para lavar ropa. Por otro lado Andrés Manuel López Obrador saludó en un principio el ingreso del EZLN a la democracia como un cambio de rumbo saludable, pero al constatar que el movimiento no lo apoyaría en su carrera hacia Los Pinos lo condenó diciendo que en términos reales le restaría votos a la izquierda verdadera, y terminaría por favorecer al PRI y al PAN.

Lo cierto es que ahora el Consejo Nacional Indígena se ha separado de la lucha armada. No se ha distanciado del EZLN, pero sí de Marcos. Su figura ya no es, como lo anheló siempre, una bandera. Adiós al ropaje mediático de la pipa y el pasamontañas. Adiós a sus versos infumables. Adiós a las playeras con su efigie y las cananas de colores. Marcos se ha ido para bien de todos. Tal vez resurja algún día en una película de Oliver Stone, que fue el sueño que siempre tuvo. Pero hasta allí.

Esperemos, eso sí, que Marychuy llegue a las boletas.

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