El acuerdo entra Irán y la Casa Blanca ha levantado el furor de los fundamentalistas de todo el mundo. Y no es para tanto. Pero sí es un cambio profundo en la cartografía política de Medio Oriente. Durante décadas, Irán estuvo desarrollando un combustible nuclear que, a juicio de la Inteligencia de Estados Unidos, serviría para elaborar armas nucleares. Esa perspectiva alarmó también a otras potencias, y así un bloque de naciones -incluídas Rusia y China-decidió con Estados Unidos establecer un conjunto de sanciones económicas para obligar a Irán a abandonar sus presuntos proyectos nucleares.
Todo eso tomó un giro inesperado con las negociaciones entre Irán y la Casa Blanca, que culminaron con el reciente acuerdo. En dicho compromiso, Estados Unidos levanta las sanciones económicas al pais de los ayatolas, con lo cual Irán puede ingresar a los mercados petroleros, a cambio de que suspender la compra o elaboración de combustible nuclear, y permitir a los inspectores de la Agencia Inernacional de Energía Atómica -un organismo intragubernamental con sede en Austria- que vigilen las instalaciones nucleares de Irán y el cumplimiento de los acueros.
Ese pacto, que parece un respiro para el resto del mundo, ha sido criticado tanto por los jeques de Arabia Saudita como por el gobierno de Irael, que sostienen que Irán se convertirá en una potencia petrolera muy difícil de controlar en el futuro. Y por supuesto también ha erizado el cuerpo de los republicanos, que amenazan con bloquear el acuerdo en el Senado de Washington el mes próximo.
El Presidente Obama, por su parte, afirma que se trata de un acuerdo que no está basado en suposiciones ni la confianza, sino en el duro compromiso de la verificación. Y sostene con firmeza que vetará cualquier esfuerzo senatorial por dar al traste con el pacto. Así, las cosas, se trata de un acuerdo irreversible.