Hoy inicia la Convención del Partido Republicano en Cleveland, que investirá a Donald Trump como su candidato el próximo jueves. Nadie espera una convención tersa y aburrida. La figura de Trump es incandescente: enciende odios y pasiones a su paso. Por un lado, el discurso contra los emigrantes e indocumentados ha prendido entre la población que se ha empobrecido por el paso avasallador de la modernidad y el desempleo, y empieza a convertirse en la ideología de una nueva nación anglosajona, que debe cerrar sus puertas frente a los embates de mexicanos y musulmanes. Hoy se espera un discurso en este tenor por parte de un hombre cuyo hijo murió a manos de un mexicano indocumentado en Los Ángeles, y varios discursos más por parte de algunos agentes de la Patrulla Fronteriza.

En la tribuna, junto a Trump, no estarán los republicanos de abolengo. Solo miembros de su familia. De hecho, su esposa dará el discurso inaugural.

Y por otro lado, se espera que las organizaciones de migrantes no se queden con los brazos cruzados. Los grupos de mexicanos organizados contra Trump y el nuevo grupo de las Panteras Negras han dicho que se manifestarán en contra. Los avisos de ambos bandos auguran una convención muy agitada, como la que se llevó a cabo en Chicago por el Partido Demócrata, que tuvo que aguantar las airadas protestas contra la guerra de Vietnam en 1968.

La etapa de paz política en el vecino país del Norte ha llegado a su fin. Estados Unidos se ha dividido en dos bandos de guerra: con Trump o contra Trump.

Y el resto del mundo también.