¿Hay cárceles que sirvan como ejemplo para las demás? Después de una mirada a vuelo de pájaro por las prisiones de todo el mundo, la respuesta es no.
Las cárceles han sido señaladas por algunos escritores y diversos estudiosos del tema como escuelas de criminales,lugares de hacinamientos horrendos para los jóvenes, nidos de ratas en la literatura barata.
La inmensa mayoría de los países tiene poblaciones de prisioneros que superan las capacidades de sus sistemas correccionales. Existen 20 naciones que tienen más del doble de los reclusos que pueden albergar, según una investigación de la Universidad de Londres.
La rápida propagación del virus tras las rejas se evidenció en febrero del presente año, cuando más de 550 reclusos en China se infectaron en las cárceles de las provincias de Hubei, Shandong y Zhejiang. Desde que los ojos del mundo voltearon a ver a China, los funcionarios de muchos países suspendieron las visitas a las cárceles, y muchos lucharon por imponer medidas de distanciamiento social en las instalaciones sobrepobladas. Sin embargo, esas medidas no son suficientes al interior de las cárceles. Entonces, para evitar una catástrofe mayor, muchos países han optado por liberar a los presos para impedir un contagio masivo.
Irán, que ha sido uno de los países más afectados por el virus, a mediados de marzo liberó temporalmente a más de 80 mil detenidos, incluidos algunos presos políticos. Otros, los más vociferantes a la hora de protestar por los riesgos de infección, sufrirán las consecuencias de quedarse tras las rejas. Según Michelle Bachelet, defensora de los derechos humanos de las Naciones Unidas, en Irán posiblemente se aceleraron las ejecuciones de los primeros prisioneros que protestaron.
Pero no hay más remedio que abrir las rejas. En ese oleaje, el Parlamento de Turquía aprobó una ley que autoriza la liberación temporal de 45 mil prisioneros. Indonesia ha liberado a más de 30 mil. En Brasil las autoridades dicen que han liberado a un número semejante.
No hay todavía cifras que resulten creíbles. Lo cierto es que han salido de las cárceles decenas de miles en todo el mundo. Y en ese universo van criminales junto con inocentes. El coronavirus no distingue religiones, ni razas, ni clases sociales, ni violadores, ni defensores de los derechos humanos.
Todos tienen su boleto de salida.