Europa fue el blanco más buscado por el terrorismo en 2015. La Europol publicó recientemente su informe anual de ataques terroristas, que llegaron a ser 211 el año pasado. La distribución fue desigual. El Reino Unido tuvo el número más elevado de ataques, con 103. La mayoría de ellos en Irlanda del Norte. Le sigue Francia con 72 ataques y España con 25. No hay que olvidar que esos tres países fueron los tres imperios más poderosos del orbe antes del nacimiento de Estados Unidos.
La Europol reporta que hubo más de mil arrestos por causas relacionadas con el terrorismo, y que 424 tuvieron lugar en Francia. La mayoría de ellos fueron de árabes ligados al Estado Islámico y otros grupos extremistas.
Con esto, el péndulo político del viejo mundo apunta hacia la derecha. La ideología conservadora más recalcitrante tiende a vincular siempre el terrorismo con la emigración. La ola de emigración que inundó Europa a raíz de la Primavera Árabe y, sobre todo, la carnicería que no cesa en Siria, produjo un sentimiento de invasión e inseguridad que se ha reflejado de diferentes formas. En el Reino Unido, la salida de la Unión Europea fue una consecuencia directa de ese malestar. En Francia, el ascenso de Marine Le Penn es el reflejo de una xenofobia que sube por las gargantas como la espuma. En Alemania, la política de brazos abiertos pregonada por Ángela Merkel empieza a hacer agua como las balsas de los migrantes.
El círculo vicioso parece cerrarse. El odio hacia los extranjeros, espoleado por el terrorismo, genera aún más resentimiento entre los emigrantes. Y ese resentimiento arroja a los jóvenes a los brazos de nuevas inmolaciones.