Después del 1 – 0 en el que Alemania se coronó como campeón del mundo en el estadio Maracaná de Río de Janeiro, todos los comentaristas fueron desgajando una y otra vez las razones por las cuales Alemania era muy superior al cuadro argentino. Se habló de una maquinaria perfectamente aceitada, del ataque siempre acompañado, de la seguridad impresionante del portero Neuer, de la estrategia impecable del entrenador Joachim Löw.
En contrapartida, todos revelaron las fallas del equipo argentino, donde la estrella fulgurante de Lionel Messi no bastó nunca para suplir las insuficiencias de la media cancha y los balones en el área, que parecían goles seguros pero que se fueron lejos de la portería.
Bueno, pues ahora tenemos una muestra inobjetable de que en el futbol no hay nada escrito, que nada resulta obvio aunque los doctos digan lo contrario, y que dos cuadros bien armados pueden ganar o perder por igual.
Hoy, 3 de septiembre de 2014, a escasos 52 días de la final en la que ganó Alemania por el marcador mínimo, Argentina le metió 4 goles a Alemania, para un marcador final del 4 – 2. El portero alemán era el mismo del juego final del Mundial. Ahí estaban también las piernas campeonas de Muller, Höwedes, Kroos y Mario Götze, que anotó en los dos partidos.
Por parte de Argentina, el que más brílló fue Ángel Di María, a quien el Real Madrid le ha dado las gracias antes de despedirlo. Corrió implacable por la banda, dio tres pases a gol y anidó el propio. Messi no estuvo, pero nadie lo extrañó.
¡Ah! …y el partido no se jugó en Buenos Aires, sino en Düsseldorf.