En México, la guerra al narcotráfico se ubica como el período comenzado por el presidente Felipe Calderón, casi al inicio de su mandato, y después de que el narcotráfico causó estragos en el Occidente de México, particularmente en el estado del cual Calderón es originario, Michoacán.
La guerra al narco se inició como una confrontación directa entre las bandas delictivas y el gobierno federal, con todas sus fuerzas militares, policiales y de seguridad al frente. La imagen del presidente Calderón con uniforme militar, de pie en un jeep del ejército, es el emblema más significativo de la guerra contra el narco.
Como era de esperarse, la llamada guerra del narco produjo una gran cantidad de enfrentamientos armados en casi todo el territorio de la República, pero sobre todo en los estados de Michoacán, Jalisco, Guerrero, Tamaulipas, Sinaloa, Nuevo León y Chihuahua. Hubo miles de muertos y heridos, detenidos, deportados, aseguramientos de droga, bajas en las fuerzas armadas y terror en la población.
Sin embargo, ni los cárteles de la droga se terminaron, ni lograron poner de rodillas al gobierno. La llamada guerra se prolongó durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, y sus efectos llegan hasta nuestros días. Sus momentos crepusculares han sido la toma de Culiacán por el Cártel de Sinaloa para obtener la liberación del capo Ovidio Guzmán -cosa que lograron- y el ataque al vehículo blindado del Secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México -Omar García Harfuch- para darle muerte, cosa que no lograron.
La historia no se detiene.