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La guerra sorda

La guerra comercial entre Estados Unidos y China es una guerra que no se escucha más allá de las bolsas de valores y las oficinas de las entidades comerciales de los gobiernos. Pero es una confrontación que paso a paso va minando los mercados de todo el mundo, y que puede llevar a una debacle de consecuencias graves e incalculables.

En la última reunión de la cúpula del Partido Comunista Chino a puerta cerrada, que se llevó a cabo en el centro de veraneo de Beidaihe, al oriente de Beijing, el tema de la guerra comercial con Estados Unidos ocupó toda una agenda que se supone debe ser confidencial y muy variada. Pero el último golpe lanzado por la Casa Blanca, con la promesa de imponer nuevos aranceles del 10% a las importaciones chinas de teléfonos celulares, juguetes y ropa para los niños, puso a pensar a los jerarcas del Partido sobre las medidas para contrarrestar el cañonazo.

Como se sabe, Donald Trump inició las acciones imponiendo un 25% de aranceles a las importaciones chinas valuadas en 250 mil millones de dólares, dando un paso muy importante hacia atrás en el progreso del libre mercado. China respondió imponiendo aranceles a las compras de soya norteamericana mandándola a los niveles que tenía en 2004, y devaluando su moneda para hacer más baratas sus exportaciones.

A mitad de la guerra, otras medidas contra el libre mercado se toman en la penumbra: China recortó el número de turistas que viajan a Taiwán, cerró los centros comerciales de capital sudcoreano y retrasó la compra de mariscos de Nueva Zelanda. Estados Unidos, por su parte, impone límites a todas las naciones que tienen relaciones comerciales con Irán.

Y alentados por esta marea, los antiguos rivales sacan a la luz viejas venganzas. Japón redujo la venta de productos químicos a la industria de microchips de Corea del Sur, provocando un boicot de los automóviles Toyota en Seúl.

Los caídos de esta guerra son los consumidores y las empresas de ambos bandos. Y la firma Morgan Stanley, que algo sabe de recesiones, dice que si las hostilidades no se detienen, el mundo se desbarrancará en una recesión sin salida en los próximos nueve meses. Es lo que dura un embarazo.

(Información de The New York Times)

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