La orden de prohibir el ingreso a Estados Unidos a los ciudadanos de 7 naciones árabes es ilegal, dicen los analistas políticos de la prensa norteamericana. Según David G. Bier, estudioso del tema, Trump está pisoteando el Acta de Inmigración y Nacionalidad establecida en 1965, que prohíbe toda discriminación a los emigrantes basada en su país de origen, que puso fin a las injustas cuotas de cada país después de los enfrentamientos y guerras en las que participó Estados Unidos, que eran muchas. Lyndon B. Johnson, el presidente de aquel entonces, declaró que «había quedado abolido para siempre el injusto sistema que discriminaba a los emigrantes de acuerdo a su país de origen.»
Pues ahora vemos que a Trump no le importa Lyndon B. Johnson ni su ley. Ayer prohibió el ingreso de todos los pasajeros provenientes de Irán, Irak, Siria, Yemen, Sudan, Somalia y Yemen, sembrando el caos en varios aeropuertos del mundo y desatando un oleaje de incertidumbre en las líneas aéreas. En el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York, decenas de pasajeros fueron detenidos. Entre ellos un investigador de Irán que trabaja en un laboratorio de Boston, un iraquí que labora como traductor para el ejército de Estados Unidos, una familia siria que había encontrado asilo en Ohio y muchos otros. Los estudiantes árabes que regresaban a sus clases en Yale, Harvard y varios Community Colleges, encontraron las puertas del país cerradas. Y todos los ciudadanos norteamericanos de origen árabe que tienen su green card y que tuvieron la ocurrencia de pasar las vacaciones en sus países de origen, ya no pueden regresar a la tierra del Tío Sam.
Esta medida, junto con el impuesto arancelario a las empresas que no regresen a Estados Unidos, la construcción de una muralla en la frontera con México, la creación de un sistema judicial prohibitivo del aborto, la negativa a participar en la lucha contra el cambio climático y la promesa de crear una lista negra con todos los musulmanes que existan en su territorio, es una bomba de tiempo que a corto plazo disparará nuevas protestas en el interior del país, una resistencia de todas las naciones que buscan un planeta vivible para todos y, con toda seguridad, una nueva etapa -mucho más sanguinaria- del terrorismo internacional.