La libertad de expresión en México es un derecho consagrado en la Constitución pero acotado por las condiciones económicas, políticas y sociales del país.
En primer lugar, la libertad de expresión -como en cualquier parte el mundo- depende del acceso que tengan los escritores, comentaristas, articulistas o los simples individuos a los medios de comunicación. En segundo lugar, se encuentra el mismo principio pero en el extremo opuesto, es decir, en el acceso que tenga el público a dichos medios. Parece un principio hueco y sin sentido, pero de nada sirve que exista un puñado de buenos escritores si nadie los lee. Y en tercer lugar, la libertad de expresión está condicionada por el ámbito de cultura general de la población. No es lo mismo una población habituada a leer buenos ensayos y novelas que otra acostumbrada a simplemente leer anuncios publicitarios.
Finalmente, se encuentra el acceso a las redes sociales, un medio de comunicación muy reciente que permite que cualquier ciudadano pueda emitir sus opiniones en el ámbito público. Y esto es una espada de doble filo: por eso las redes sociales pueden ser los medios idóneos para presentar opiniones e información muy valiosa, o campos muy extendidos que se van llenando de montones de basura.