Ya lo decía Einstein, la definición de la locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. Y eso es lo que pasa con la calidad de la educación en México.
México permanece en el último lugar en educación de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Sin embargo, si bien debería indignarnos, no debería sorprendernos, pues ya en 2012 el informe del Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA) había advertido que a México le llevaría más de 25 años alcanzar el nivel promedio de los países de la OCDE en matemáticas y 65 años en lectura. Aún más optimista, el Secretario de Educación Pública dijo que todavía habría que esperar diez años más para comenzar a ver los resultados de la Reforma Educativa (si es que es bien implementada y si es que es exitosa y si es que…).
Los resultados de la prueba aplicada en 2015 señalan que, en nuestro país, sólo el 0.6% de los estudiantes alcanza un nivel excelente en por lo menos una asignatura y que una tercera parte de sus alumnos se cataloga en la categoría de “bajo rendimiento” en matemáticas, lectura y ciencias.
Aurelio Nuño señaló que aún y cuando los resultados fueron pobres y no satisfacen a nadie, habría que resaltar que “estamos arriba del promedio de América Latina, es decir, de países con un nivel de desarrollo parecido al nuestro”. Valiente consuelo. Pero además, falso, porque no todos los países de América Latina, que son veinte, fueron evaluados. De los ocho que se reportan, tres están por arriba de nuestro país (Chile, Uruguay y Costa Rica); uno nos “empata” (Colombia) y tres más están por debajo (Brasil, Perú y República Dominicana).
Más allá de las comparaciones con otros países, lo que más preocupa es el permanente estancamiento del único motor para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos y combatir la desigualdad: la educación. El desempeño promedio de México en lectura está cerca del observado en el año 2000, es decir, actualmente, el 42% de los estudiantes no logra alcanzar el nivel necesario para que –en palabras del informe- “puedan participar efectivamente y productivamente en la sociedad moderna”.
Aún y cuando Nuño resaltó el “avance” logrado en matemáticas, lo cierto es que si bien el rendimiento de México aumentó 5 puntos cada tres años entre el 2003 y el 2015, en los niveles de excelencia sólo encontramos al 0.3% de los alumnos de secundaria, un nivel similar al de 2003.
Es más, como se lee en el informe, casi el 60% de los niños mexicanos no logran identificar cómo una situación del mundo real puede ser representada matemáticamente. No puede, por ejemplo, convertir precios a una moneda. En ciencias, el rendimiento promedio de los jóvenes mexicanos de 15 años no varió significativamente desde el 2006.
El Informe País [1] ya indicaba cómo variables como el nivel educativo y el salarial han resultado significativos para determinar la calidad del ciudadano: entre mayor nivel de educación e ingreso, una persona tiene mayores probabilidades de tener más confianza en los otros, de ser miembro de organizaciones sociales, de contar con mayor capital relacional y de participar en actividades políticas no electorales.
Andreas Schleicher, el coordinador del estudio PISA, señaló que las inequidades en las oportunidades de aprendizaje son reflejadas principalmente en el tiempo que se le dedica a éste. Si el tiempo es una condición necesaria para el aprendizaje, es una buena noticia saber que la deserción en educación media superior se ha reducido del 15% al 12% y en secundaria del 5% al 3%.
Sin embargo, habría que revisar quiénes están accediendo a la educación. Según Patricio Solís [2], el acceso de los jóvenes con menos recursos se mantuvo constante entre 2008 y 2014, mientras que quienes sí aumentaron sus niveles de acceso de 34% a 43% y de 53% a 63% fueron los jóvenes que se sitúan en los dos quintiles de mayor ingreso económico.
Es cierto, hoy en día la diferencia es que pareciera existir una estrategia, una agenda llamada reforma educativa que implica romper con los patrones de educación que han resultado tan costosos –en todos los aspectos- al país. Esa tendría que ser una esperanza.
Sin embargo, recuerdo que Schleicher también dijo: “la calidad de la educación nunca será mejor que la calidad de los profesores”. Hago memoria y veo a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación boicoteando las elecciones en 2015 y encabezando actos violentos en Oaxaca y Guerrero para frenar dicha reforma. Y entonces, se me pasa.
Farah Munayer
[1] Informe País sobre la Calidad de la Ciudadanía. Instituto Nacional Electoral y Colegio de México. 2014.
[2] Patricio Solís. Mayor cobertura educativa, la misma inequidad social. Revista Nexos. Octubre 28 2015.