Como se ha publicado en los medios, Brasil es una nación dividida en dos mitades por las preferencias electorales. En las últimas elecciones, Luiz Inacio Lula Da Silva -mejor conocido como Lula- ganó la presidencia con el 51% de los votos. Jair Bolsonaro, un político ultraconservador que llegó a defender la tortura como medida legítima para obtener la confesión de los acusados, obtuvo el 49%.

En estos primeros días de la presidencia de Lula, el país se ha visto envuelto en una ola de manifestaciones que han terminado en violencia.

El 8 de enero, varios partidarios del expresidente Bolsonaro irrumpieron en el Congreso, el Tribunal Supremo Federal y el Palacio Presidencial. Se negaron a aceptar los resultados de las elecciones en las que Lula fue elegido presidente, y algunas de las personas involucradas en la violencia pidieron una intervención militar para restaurar a Bolsonaro en el poder o expulsar a Lula de su cargo.

“Los ataques en Brasilia son el resultado de un peligroso discurso basado en el odio, la desinformación y el desprecio por el Estado de derecho promovido implacablemente por Bolsonaro durante su mandato”, dijo Carolina Jiménez Sandoval, presidenta de la Oficina de Washington para Ameríca Latina.

La mayor parte del apoyo financiero de la campaña de Bolsonaro provino del poderoso sector agrícola. Brasil es el mayor exportador mundial de soya, carne de vacuno, café y azúcar, y el sector representa alrededor del 25 por ciento del producto interior bruto. En contra de Lula se mueve mucho dinero,

“La promesa del presidente Lula de investigar y procesar a los responsables de la violencia es un buen primer paso. Llevar a estas personas ante los tribunales, incluidas quienes incitaron a la violencia, enviaría un fuerte mensaje de que nadie está por encima de la ley.”

Hasta la fecha han sido arrestados 1,500 alborotadores.

Fotografía: Bloomberg News.