La pena de muerte está perdiendo adeptos. Aunque en Irán y China se sigue practicando con fervor, en Estados Unidos parece estar en retirada. El pasado mes de mayo, el estado conservador de Nebraska abolió la pena de muerte a pesa de los furiosos intentos de su gobernador por retenerla. En Texas, la entidad líder de Estados Unidos en ejecuciones por pena de muerte, las víctimas fueron 40 en el año 2000, y de ahí han caído a solamente 10 el año pasado y 7 en lo que va del año.
Los jueces de la Unión Americana, empujados por los críticos, se están dando cuenta de que la pena de muerte es tardada, costosa y arriesgada. Por eso ya solo se practica en 5 estados: Texas, Missouri, Florida, Oklahoma Y Georgia.
Un caso muy afamado fue el de Askari Muhammad, un hombre que recibió pena de muerte por secuestrar y asesinar a una pareja en las playas de Miami. Pues bien, este hombre antes de recibir su sentencia asesinó a un guarda con una cuchara afilada, y su condena le permitió 39 años más de vida antes de su ejecución. Otro caso fue el de dos adolescentes condenados en Carolina del Norte, que esperaron su ejecución durante 30 años hasta que una prueba de ADN probó que eran inocentes. Su liberación llegó después de una vida en la cárcel.
Si bien los actuales alegatos se basan en análisis económicos y logísticos, habría que considerar que la pena de muerte es más una venganza que un acto de justicia, y que la vida humana es algo intocable aún en los asesinos perversos. Habría que multiplicar los castigos en vida.