Ya hay negros nubarrones que pesan sobre las elecciones presidenciales en Estados Unidos. No es solamente la posibilidad real de que Trump se declare vencedor antes de tiempo, o que el vocerío que clama por aplazar la elecciones cobre una fuerza inusitada, no. Ahora el fantasma de la inestabilidad puede tomar cuerpo gracias a los votos que se emitan por correo -en la imagen-, ya que la Casa Blanca aceptó haber bloqueado los fondos para el servicio postal con el fin de evitar un posible fraude. Eso puede impedir el recuento de votos de manera inmediata, y favorecer un retraso que se convierta en tierra de cultivo para todo tipo de noticias falsas, fantasías y mentiras. Algo así como lo que sucedió con la elección entre Al Gore y George Bush en 2000, que tuvo que resolverse de manera no muy clara en un cuadrilátero improvisado que se levantó en el estado de Florida.
En los últimos días, se ha planteado con mayor claridad la posibilidad de que noviembre sea un mes electoral muy difícil, debido a que el presidente Donald Trump ha dicho que las elecciones serán fraudulentas; los demócratas, por su lado, lo acusan de intentar que eso se convierta en una profecía.
A escasos días del 3 de noviembre, los abogados ya están en los tribunales organizando ataques preventivos y preparándose para los enfrentamientos que podrían surgir. Los demócratas están analizando los peores escenarios, que incluyen cómo responder si Trump se declara victorioso acabando de depositar su voto, o si envía autoridades federales a las casillas como una táctica de intimidación.
Los demócratas saben que una mayor participación les favorece, y por eso están ampliando las medidas para que la gente vaya a votar. O que vote por correo. Aunque la Casa Blanca, con la negativa de fondos para ello, esté obstaculizando ese derecho.
Es muy probable que las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos sean las más discutidas y jaloneadas de su historia. El 3 de noviembre, entonces, empezará una larga noche para el país.