A poco más de un mes de las elecciones en Estados Unidos, el clima electoral se ve cada vez más negro. y el factor que lo ennegrece es el que debería arrojar luz sobre el proceso. Donald Trump, quien como presidente de la nación debería dar garantías para que los electores puedan votar en paz y tener la confianza de que los resultados serán respetados, es la voz que promueve la desconfianza y la incertidumbre.
Sus declaraciones, por sí solas, son ya un escándalo. Hace unos días sostuvo que habrá un fraude electoral, y no habrá una transferencia pacífica del poder. Reiteradamente ha sugerido que si los resultados no le favorecen, no va a dejar la presidencia. Y esa actitud, que contraviene los principios básicos de la democracia, ha sido criticada no solo por los miembros del Partido Demócrata, sino por algunos miembros del Partido Republicano, como el senador Mitt Romney. “La transición pacífica del poder es fundamental para la democracia; sin eso, pasan cosas como las de Bielorrusia”, escribió Romney. “Cualquier sugerencia de que un presidente podría no respetar esta garantía constitucional es impensable e inaceptable.»
Pero se trata de Donald Trump, el presidente que vive convencido de que está por encima de la ley.