En Estados Unidos, las personas pasan entre 3 y 7 horas al día frente a la pantalla televisiva. El hecho de ver la televisión se ha convertido, desde hace tiempo -y en muchos países-, en una actividad imprescindible del día. Por eso las conversaciones familiares y entre los amigos y amigas giran en torno a los programas televisivos, y no solo sobre las tramas de la telenovelas. También giran en torno a los temas que se presentan en los llamados talk shows, sobre los acontecimientos que aparecen en las noticias y, sobre todo, alrededor del mundo del espectáculo. La muerte de un conductor de televisión puede ser más importante que la muerte de algún vecino.

En un programa llamado For Real La Historia de los Realities, el conductor Andy Cohen presenta la historia de la selección y presentación de celebridades (o personas que se vuelven celebridades por el tiempo que aparecen en las pantallas), y a través de ese proceso el espectador pasa a ser una especie de feligrés de la moda: viendo a las estrellas de la pantalla, sabe cómo pensar sobre los acontecimientos, cómo opinar sobre asuntos escabrosos y cómo sentir ante los hechos que envuelven sentimientos profundos o sensaciones pasajeras, ya sean encuentros fortuitos, noviazgos, rupturas amorosas, pérdidas familiares o crímenes callejeros.

Frente a la pantalla televisiva, el juicio crítico de los individuos nunca está sentado en primera fila.

Si: The Big Brother sigue manipulando a los hombres detrás de una pantalla televisiva.