El peso y la influencia de las mujeres en los pasillos de la Casa Blanca y la política de Estados Unidos es cada vez mayor. Alrededor de Donald Trump gira un cúmulo de mujeres que no son siempre familiares o funcionarias, pero que definen tal vez involuntariamente los detalles de una administración difícil de definir, y sobre todo difícil de predecir.
En la Casa Blanca, las mujeres están íntimamente asociadas con elevadas bolsas de dinero. Ahí está por ejemplo Melania Trump, la actual esposa del presidente. Ella es una modelo que nació en un pequeño pueblo de Eslovenia -de apenas 5 mil habitantes-, donde ahora ha florecido un exitoso mercado de productos con su nombre. Ahí, junto a un castillo que es la única atracción para turistas, se pueden comprar chocolates de Melania, pantuflas, vino, salami, dulces, rebanadas de manzana con capas de chocolate, tazas y cremas de belleza con su nombre. Una visita guiada que pasa por el edificio donde vivía Melania, su escuela y las calles por las que caminaba cuesta 35 dólares, e incluye una pequeña taza de regalo.
Cerca de Melania se encuentra Ivanka Trump, su hijastra. Es una mujer que se ha convertido en la principal asesora del presidente junto a su marido, y gracias a los favores de la Casa Blanca su fortuna se ha multiplicado sin cesar en los últimos meses. Sus líneas de productos son las bolsas para dama, vestidos, botas y zapatos, que cualquiera puede comprar en Amazon y Mercado Libre por precios que van de los mil a los 8 mil pesos mexicanos.
Los productos de Ivanka cuentan con el favoritismo de ser la hija consentida de la Casa Blanca. Después de que el presidente tuvo el mal gusto de hacer una broma sexual a costa de su hija, en las últimas semanas la benefició dejando sus productos fuera de la guerra comercial con China. Es del conocimiento público que la ropa de Ivanka se fabrica en China, y que ese rubro quedó fuera del ataque arancelario que Donald Trump lazó contra la mayoría de los productos chinos.
Otra mujer cercana a la Casa Blanca, aunque no muy bien vista por los ojos de las anteriores mujeres, es Stephanie Clifford -mejor conocida como Stormy Daniels en el mundo de la pornografía de lujo-, a quien Donald Trump pagó 130 mil dólares para comprar su silencio durante la campaña que lo llevó a la presidencia. Y otra más se llama Karen McDougal, una modelo del PlayBoy a quien Trump le ofreció dinero para los mismos fines, sin saber que su propio abogado defensor había grabado sus conversaciones sobre tales transacciones financieras.
Ahora esas cintas se encuentran en poder del FBI, lo cual presagia nuevos y molestos nubarrones sobre las relaciones sexuales de la Casa Blanca. Trump, sin embargo, dijo a través de su twitter que, en todo ese embrollo, «la buena noticia es que el presidente no hizo nada malo.»