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Ley ambulante

En México la ley no tiene domicilio fijo. Es un asunto que cambia según el interés de quien la defienda. Eso lo saben de sobra los trabajadores ambulantes, que representan cerca del 60% de la fuerza de trabajo del país. Detrás de la ley están, generalmente, grandes instituciones, corporaciones, grupos de fuerza. Por ejemplo el gobierno federal, los partidos políticos, las grandes empresas, las vetustas organizaciones sociales, la burocracia de los tres órdenes de gobierno.

Patricia Mercado -que es una funcionaria honesta y dedicada- ahora tiene que lidiar con el tema de los ambulantes en el ombligo de la Ciudad de México. Una jungla de comida, ropa, juguetes, bisutería, toldos de plástico y puestos desarmables. La secretaria del gobierno capitalino está enfrascada en una misión imposible: registrar a los informales del Centro Histórico. Y dice que no se puede, porque las relaciones entre las organizaciones de los grupos ambulantes y los partidos políticos han enviciado el espacio. Lograr el registro individual es una tarea titánica.

Es una historia añeja. Familias a la usanza de Don Corleone. Anteriormente la fuerza dominante era el PRI. Los líderes de los ambulantes se convertían en diputados, y desde el congreso administraban y protegían a sus afiliados. Hoy en día la corrupción se ha democratizado. La lucha entre los partidos es real. Encarnizada en este terreno. En las calles de Uruguay, Venustiano Carranza, 20 de Noviembre, Pino Suárez, Eje Central y Madero, cada centímetro cuadrado es una mina de oro. Los santuarios de Tepito y La Lagunilla se encuentran copados desde hace años.

Ahora los partidos son varios, y los frentes de batalla se han multiplicado. Pero en México la familia lo es todo. Es una organización mucho mayor al partido. De calado profundo. En el centro histórico una sola familia -cuyo pilar es la legendaria Alejandra Barrios- tiene el control de los ambulantes con una estrategia impecable: los hijos y sus mujeres se han afiliado a distintos partidos. Hay un hombre en el PRI, una mujer en Morena, otra más en el PRD y una última en el PAN. El pariente que llegue más lejos en las elecciones abrirá los brazos y protegerá a los derrotados. No hay problema.

Los ambulantes son votos, el botín más preciado para cualquier político. Por eso no se habla de ellos como parte de la corrupción. Hay que desviar la mirada a la mafia de Los Pinos, los departamentos comprados en Estados Unidos, los saqueos sexenales de los estados, los tiburones emblemáticos. El caso de Duarte da para mucho. Un despojo picoteado por muchas parvadas. ¿Y la corrupción cotidiana a la vuelta de la esquina? Shhh. Que nadie hable de eso. Ahí vienen las elecciones.

 

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