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Libertad de prensa

En México, la libertad de prensa está condicionada por una gran cantidad de factores. En primer lugar, el hecho de que México no sea un país de lectores. Las lecturas de libros, revistas y periódicos no están a la altura de la cantidad de habitantes en el país. Tirajes de 140 mil ejemplares, a lo sumo, no representan nada para una población de más de 130 millones de habitantes. y ese detalle es lo que está en el fondo de la publicidad oficial, los millones de pesos que se gastan para que los periódicos no naufraguen si se dejan a su suerte.

México es una nación de televidentes. Solamente el 1% de las viviendas en México reportan no contar con un aparato televisor. Cada mexicano pasa 1.8 horas de cada día frente a un aparato televisor. Pero eso no significa que los mexicanos vean la televisión para informarse. En últimas fechas, un reporte registró que de los nueve programas de televisión más vistos en México, los ocho primeros lugares corresponden a televonelas, series y programas de concursos, y solamente uno se refiere a noticieros informativos. Antes que informarse, el mexicano prefiere divertirse, entretenerse o distraerse.

En ese contexto, la crítica no es un elemento de apoyo a los medios. Más bien, resulta lo opuesto. La crítica al poder en turno es algo que molesta no solo al gobierno en turno, sino también a los dueños de los medios. Es una simplificación hasta cierto punto muy burda, pero en el Grupo Radio Centro, por ejemplo, los conductores de los noticieros resultan ser, sobre todo, los que no son críticos hacia el poder. Por eso Carmen Aristegui, después de las críticas a la llamada Casa Blanca de Enrique Peña Nieto, salió del aire. Y ahora ha regresado, como la estrella matutina del mencionado grupo. El que ha salido es Carlos Loret de Mola, uno de los críticos más radicales del gobierno que acaba de llegar.

La libertad de prensa acotada por los vaivenes sexenales.

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