La República Democrática del Congo es una nación relativamente próspera, con una gama muy variada de recursos naturales, una economía que sigue de cerca a la de Sudáfrica, y una guerra civil semejante a las de las naciones africanas más atrasadas. La riqueza de sus diamantes es envidiada por sus vecinos. Su inestabilidad política y su lucha de facciones ha dejado una estela fúnebre de 5 millones de muertos en las últimas décadas. Nada raro en un país sometido por el colonialismo. Pero muy raro en una nación que se dice desarrollada y democrática. Congo es un territorio donde los enfrentamientos políticos no cesan, y donde la lucha encarnizada de facciones ha impedido la formación de un Estado nacional.

Agobiados por la violencia, la corrupción y la guerra, un grupo de jóvenes formó una organización basada en el principio de la no violencia, el respeto a los derechos humanos, la riqueza de las comunidades y la libertad de sus miembros. Se llama LUCHA por sus siglas -Lutte pour le Changement- aunque nada tienen que ver con el castellano. El país fue alguna vez el llamado Congo Belga, y el colonialismo de ese país europeo lo privó de sus recursos, sus derechos como nación y su identidad como país. Y ahora un fotógrafo belga, llamado Thomas de Wouters llegó a la República Democrática del Congo en un momento cuando el presidente Joseph Kabila trataba de extender su mandato hacia un tercer período, basándose en una constitución a modo y una represión generalizada. Lo primero que vio el fotógrafo fueron los últimos 50 muertos de los enfrentamientos con la policía.

Pero la lente del fotógrafo no se detuvo en las matanzas. Se interno por diversos senderos del país, y en la ciudad de Goma encontró a un puñado de activistas de LUCHA que luchan en las comunidades por conseguir agua potable, servicios médicos, educación rural y organización independiente del frágil Estado. La organización afirma que cuenta ya con más de mil miembros repartidos en 18 ciudades del Congo.

Los espíritus de Mahatma Gandhi y Martin Luther King se pasean por todas las latitudes de la antigua colonia belga. A los jóvenes los fascinan. Y a los gobernantes les dan miedo.