La diplomacia es, en todos los campos donde se aplica, la sutileza de las formas para evitar los enfrentamientos, guardar la compostura y mantener las buenas relaciones en todos los niveles. La falta de diplomacia puede llevar a incomodidades de todo tipo, crispación de relaciones que se consideran amistosas, surgimiento de nuevas rivalidades y aún a la abrupta ruptura de las relaciones entre los países.
Por eso resulta insólito -por decir lo menos- lo sucedido en una reunión de alto nivel de los líderes de la Unión Europea en Turquía. En la reunión solo se pusieron dos sillas. Una para Charles Michel, el presidente del consejo de la Unión Europea, y otra para Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía. La presidenta del brazo ejecutivo de la Unión Europea, Ursula von der Leyen, se quedó sin silla. Parece que las mujeres no tienen derecho a sentarse. Un video grabó la incomodidad del momento, y después fue borrado.
Casi todos los medios catalogaron el episodio como un descuido imperdonable. Un error protocolario de los muchos que han sucedido a lo largo de la historia.
Pero hay un detalle en el que pocos repararon. La reunión diplomática tuvo lugar a escasos días de que el líder turco retiró a su país del Convenio de Estambul, un tratado que busca proteger a las mujeres de la violencia de género.
Tal vez no se trató de un descuido.
Tal vez fue un mensaje directo.