La guerra comercial se ha desatado. Las grandes empresas, las pequeñas y las que aún no existen, están diseñando sus estrategias para capturar a los consumidores. Desde que la mariguana se legalizó en los tres primeros estados de la Unión Americana, un caudal de consumidores de cerveza, cercano al 30% del total, afirman que están cambiando sus hábitos de consumo hacia la yerba. Según la revista Forbes, las grandes empresas cerveceras perdieron 2 mil millones de dólares el año pasado por semejante mudanza.
Y ahora empiezan a surgir las grandes trasnacionales de la mota. Y están actuando con la rapidez de los tiempos. Una de ellas, llamada Stratos, acaba de lanzar al mercado un Martini que en lugar de ginebra contiene un compuesto de la cannabis llamado tetrahidrocanabinol (THC son sus siglas), que lejos de producir el pasmo y amodorramiento que se deslizan por los bronquios de los que fuman mariguana, genera un estado de alerta, entusiasmo, energía, concentración y creatividad. Algo así como el café matutino. Algo que no precisamente genera la cerveza. Tal vez el Martini sí, pero uno solo.
El asunto es que la competencia por atrapar el gusto de los consumidores se ha desatado, y pronto aparecerán en los anaqueles de los supermercados nuevos productos. Esta misma empresa –Stratos– ya está vendiendo unas pastillas semejantes a los Alka-Zeltzers por su rápida efervescencia, pero que contienen la dosis de THC necesaria para provocar la euforia deseada desde los primeros tragos. Las pastillas se llaman ascenso, y pueden mezclarse con cualquier bebida sin alterar su sabor.
¿Cuáles son los efectos en la salud de los consumidores y el riesgo de nuevas adicciones? Eso no importa. Por lo pronto. Primero están las leyes del mercado, con su lógica implacable.