Estados Unidos no puede dejar de vender armas. Sus fabricantes no solo venden armas a los locos que brotan esporádicamente en las escuelas y asesinan a mansalva a decenas de estudiantes, sino también a otro tipo de clientela: narcotraficantes mexicanos, terroristas de diferente signo y, sobre todo, decenas de gobiernos, ejércitos y policías de diferentes países.
Eso explica, en parte, la fuerza de la Asociación Nacional del Rifle, así como la imposibilidad de cerrar las puertas de las empresas fabricantes de armamento. En primer lugar, se encuentran las compañías que producen armamento pesado para los ejércitos de los gobiernos. La firma Lokheed Martin de Estados Unidos, por ejemplo, tuvo ventas por más de 47 mil millones de dólares en 2016, y se dedica a vender equipos de aeronáutica, misiles, helicópteros, sistemas de radares y tecnología espacial. Junto a ellas están sus parientes pobres, las firmas que venden armas de fuego para los ciudadanos de todo el mundo, pero especialmente los norteamericanos. Se calcula que en el mundo existe un arsenal de más de 870 millones de armas de fuego, la mitad de las cuales se encuentra en manos de civiles y el resto está puesto a disposición de los cuerpos policiales y de seguridad. Eso implica que existe una arma por cada ocho personas. Y en este horizonte de balas hay armas que resultan favoritas. Desde su invención a mediados del siglo pasado, se han producido más de 70 millones de rifles AK-47, el arma ligera por excelencia, que ha sido utilizada por varios sicópatas para llevar a cabo sus matanzas.
Las cifras sobre la posesión de armas y su monopolio son apabullantes. En Estados Unidos vive el 4.4% de la población de mundo (330 millones de almas), pero ellos son dueños de la tercera parte de las armas cortas (pistolas y rifles) del planeta. Poseen 275 millones de armas de un total de 875 millones. Es, efectivamente, un imperio armado.
¿Es eso una amenaza para la población civil de la Unión Americana? Si. Sin duda. Pero es la garantía de que la industria armamentista del mundo seguirá surtiendo de armamentos pesados y ligeros al Pentágono y los ejércitos del orbe, las policías, los narcotraficantes, los terroristas y los sicópatas incubados en las familias inestables, que se surten de arsenales en Walmart, mientras esperan la oportunidad de apretar el gatillo en un concierto multitudinario o al interior de una escuela.