El asesinato de 9 ciudadanos afro-americanos en la iglesia de Charleston, Carolina del Sur, abre nuevos interrogantes a una nación que se dice multirracial y libre. En Estados Unidos este acontecimiento no puede interpretarse como un hecho aislado. El racismo callejero y el odio profundo entre las razas no ha disminuido desde los años de esclavitud y la lucha no violenta de Martin Luther King.
Un joven blanco de 20 años ingresó a la iglesia de una comunidad negra en Charleston y mató a tres hombres y seis mujeres negras, entre ellos al pastor de la iglesia y una bibliotecaria. El joven ha sido arrestado y las autoridades han declarado que el motivo del crimen fue «el odio racial».
El suceso es lamentable desde cualquier punto de vista, y el presidente Obama ha sido el primero en admitirlo. Pero los lamentos no bastan. Obama sostuvo que ha llegado la hora de hacer algo al respecto, porque ese tipo de crímenes no suceden en todos los países, y sobre todo no en todos los países desarrollados. Ha llegado la hora de detener el libre comercio de armas.
Aunque a los republicanos no les guste.