El periódico Excélsior publicó una encuesta sobre cómo quiere el público que el gobierno reaccione contra los desvaríos de Donald Trump. El 28% de los encuestados afirma que el gobierno tiene que responder duramente. El 36 sostiene que debe haber ecuanimidad, y el 31% señala que no debe responder.
El tema es interesante, porque la respuesta más adecuada sería no responder en lo absoluto. Dejar que un payaso convertido en candidato a la Casa Blanca se quede con sus balandronadas en el vacío, y que la respuesta sea simplemente ignorar sus provocaciones.
Responder con moderación sería una respuesta intermedia, entrar a un territorio donde el gobierno de México no se queda callado, pero tampoco ingresa a la competencia de los insultos y demás exabruptos propios de personas sin juicio.
Sin embargo, tal vez lo más lógico en este momento sería responder con dureza. Por una razón de fondo: México ya está jugando un importante papel en las elecciones de Estados Unidos. No fue una decisión propia. Fue una consecuencia de las insulsas declaraciones de Trump. Con su ignorancia sobre el mundo de los migrantes, sus insultos y extravíos, su excéntrica propuesta de levantar un Muro -como el de Berlín o la Muralla China- y la amenaza de guerra, Trump metió a todo México a la contienda. Para influir en el voto en su contra, por supuesto.
Por eso, con el fin de ser un factor de peso en las elecciones, el gobierno mexicano debe responder con dureza. Es preciso jugar todas las cartas para que un nuevo Hitler no llegue a la presidencia de nuestros vecinos.