El salario mínimo en México es, si descontamos numéricamente a Nicaragua, el peor de América Latina. Según un informe de la BBC de Londres, el salario mínimo en nuestro país está muy, pero muy por debajo de los salarios mínimos de Panamá, Argentina, Uruguay, Chile y Guatemala, que son las naciones con mejores salarios mínimos del subcontinente.
Una de las comparaciones más odiosas -recordemos que todas lo son- que existen sobre los salarios es la que compara al salario mínimo con el salario del presidente. En México, el presidente tiene un salario mensual de 201 mil 239 pesos mexicanos, una cifra que representa 84 veces el salario mínimo mensual de 2 mil 401 pesos mexicanos. En Guatemala, donde el presidente se despacha el sueldo más elevado dentro de los presidentes de América Latina, sus 146 mil 950 quetzales (19 mil 300 dólares) representan 49 veces el salario mínimo del país, fijado en 2 mil 893 quetzales (393 dólares). Y en Chile, una nación que lucha por despuntar como un país plenamente desarrollado, la presidenta gana 9 millones 920 mil 104 pesos chilenos (14 mil 980 dólares), que son 37 veces más que el salario mínimo, establecido en 270 mil pesos chilenos al mes (405 dólares).
En Nicaragua, un país lacerado por la pobreza, los rescoldos de la guerra, el mesianismo y la pérdida de brújula, el presidente gana 12 veces el salario mínimo.
Tal vez estas cifras no nos digan nada. Nicaragua, con su brecha de 12 veces más entre el salario del presidente y los mínimos, no es menos pobre que México. Pero lo cierto es que hay naciones en el sur con una desigualdad social menor a la nuestra. Por ejemplo, Uruguay y Chile.
También es cierto que ahora México es el más desigual entre los desiguales. Según el INEGI, la mitad de la población ocupada gana entre uno y dos salarios mínimos. La otra mitad vive en la informalidad. Las dos mitades sobreviven en la pobreza.
¿Quién es el culpable de esto? Aquí no es posible decir que esta situación es producto del sistema capitalista, o imposición de las empresas trasnacionales que gobiernan al mundo. Aquí se trata de la voluntad (o falta de voluntad) del gobierno, y de la resistencia de los empresarios.
(Con información de El Universal)