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Mi esposa era la buena

En Zimbabwe así eran las cosas. El país vivió bajo el dominio de los blancos durante la colonia inglesa en el siglo XIX. Los negros eran esclavos, trabajadores mal pagados, gente de baja ralea. Pero luego vino una sublevación de blancos contra blancos, y el país nació a la vida independiente en 1965 con el nombre de Rodhesia. Ese paréntesis duró 15 años. Después vino una revolución social de reivindicaciones raciales, y en 1980 llegó al poder un primer ministro negro. Su nombre es Robert Mugabe. Llegó arropado en la ideología del marxismo de la guerra fría, y en 1987 se convirtió en el primer presidente de Zimbabwe. Desde esos años, ha gobernado el país sin tener a nadie que le haga sombra. Ahora tiene 93 años, una estela de crímenes y refugiados a sus espaldas, y un par de Rolls Royce nuevos en la cochera de la familia.

Para protegerse de las amenezas de exterior, el presidente Mugabe formó un nuevo ministerio, encargado de supervisar cualquier tipo de crítica que provenga de las redes sociales. Y su labor es febril e inagotable. Hace unos días mandó a la policía para detener a Martha O’Donovan, una joven graduada en la Universidad de Nueva York que llegó a Zimbabwe para trabajar en Magamba TV, una empresa de medios. ¿El cargo? Según su abogado, el  delito fue escribir en su cuenta de Twitter «estamos gobernados por un hombre enfermo y egoista». Y eso esta debidamente penado, sobre todo en época de elecciones. El próximo año se renovará la silla presidencial.

Muchos pensaron que a los 93 años, Robert Mugabe no daba para más. Pero se equivocaron. Ya tenía sucesora. Su esposa, Grace Mugabe, es una dama que sería la refinada prolongación de su mandato. Tiene apenas 52 años. Y, hasta hace unos días, sin competencia electoral. El único que podría derrotarla, el vicepresidente Emerson Mnangagwa, salió del país para salvar el pellejo. Mnangagwa fue un incondicional de Mugabe desde 1970, pero la semana pasada se le descubrió una conspiración que organizó hace décadas, se le acusó de traición a la patria, y antes de que se cumpliera su captura voló con las pertenencias que pudo recoger en su huída a Sudáfrica. Pero no se quedó tranquilo. Desde el exilio organizó un golpe militar contra Mugabe, y ahora tiene el terreno pavimentado para convertirse en su sucesor.

Grace se quedó con las ganas.

 

 

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