Cuando salió a la luz el documento papal «Amores laetitia» (que puede traducirse como «La alegría del amor») muchos abrigaron la esperanza de que por fin la iglesia se iba a abrir en el tema del matrimonio. Que iría mucho más allá de la tradicional fórmula que mantiene al matrimonio como una pareja indisoluble entre el hombre y la mujer. Que sería capaz de aceptar el divorcio, el matrimonio de los sacerdotes y los matrimonios gays.
Pero eso no fue así. El documento es producto de dos años de deliberaciones entre varios obispos congregados en El Vaticano, y es una reafirmación de los preceptos del matrimonio católico tradicional. Un fortalecimiento del amor, la confianza, la lealtad, la falta de secretos y el respeto entre los cónyuges. A lo mucho, plantea una apertura hacia el divorcio y las parejas que se casan por segunda ocasión, pero no prefigura ningún cambio hacia los demás temas.
Tal vez la mayor decepción viene del inmovilismo sobre el matrimonio de los sacerdotes, ya que la pederastía podría derivarse de la abstinencia feroz impuesta a los prelados, y sus perversiones podrían solventarse con la aceptación de la sexualidad y la vida en pareja de los ministros del culto.
Pero podría ser un tema para tratarse posteriormente. Es notorio que el Papa Francisco aborrece a los pederastas, y su mandato está muy lejos -al parecer- de su fin. Como es su costumbre, al final del documento actual el Papa conmina a todos los feligreses a tener piedad hacia todos sus semejantes.