Llega a las pantallas la esperada película Museo, del director Alonso Ruizpalacios, con Gael García Bernal y Leonardo Ortizgris. La historia en la que se inspiró, hace 33 años, es la siguiente:
Carlos Perches Treviño y Ramón Sardina García eligieron la madrugada del 25 de diciembre de 1985 para llevar a cabo el robo que planearon durante seis meses. Los jóvenes de 20 años visitaron más de 50 veces el Museo Nacional de Antropología e Historia antes de arrebatarle 140 piezas prehispánicas —cifra que se denunció en un principio— de valor incalculable, no sólo monetario. Perches y Sardina acudían al recinto cultural para identificar las ornamentas más valiosas, para diseñar el croquis, fotografiar las joyas, observar la vigilancia y decidir la fecha del robo.
La indagatoria de la Procuraduría General de la República (PGR) acreditó que esa noche los vigilantes se concentraron en un sólo lugar para festejar la Navidad. Los guardianes del recinto en sus declaraciones revelaron que estuvieron en un salón y que ingirieron bebidas alcohólicas, ahí conversaron por varias horas y algunos, incluso, durmieron hasta el vencimiento de su turno.
Perches y Sardina aprovecharon la situación. Llegaron después de la media noche. Saltaron la barda metálica del museo de dos metros de altura, ubicada en Paseo de la Reforma, y cruzaron el jardín. Después penetraron por una escalera que los condujo al sótano. Y los ductos del aire acondicionado fueron los que los llevaron a las entrañas del recinto cultural construido por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez.
El robo ocurrió en tres horas, de la una a las cuatro de la mañana. Desmantelaron siete vitrinas. El tamaño de los objetos hizo que su transportación pudiera pasar inadvertida y fuera empacada en maletas. Las salas afectadas fueron la Maya, Mexica y Monte Albán, Oaxaca.
Carlos Perches y Ramón Sardina huyeron a bordo de un Volkswagen. Recorrieron el último tramo de Reforma y se dirigieron a la casa de los padres de Perches —ubicada en Colorines #60, en la colonia Jardines de San Mateo, en Ciudad Satélite—, donde en el clóset de su recámara permanecieron las piezas en una maleta de lona.
Las indagatorias
A las ocho de la mañana, cuatro horas después del robo, las autoridades descubrieron el ilícito y comenzaron las acciones de investigación y peritajes. En el proceso fueron detenidos ocho empleados del personal de seguridad y la PGR arrojó como primera hipótesis que había una posible complicidad: los ladrones tuvieron tiempo de saquear el museo y recursos técnicos para desmantelar siete vitrinas. También se tenía la profunda presunción de que los autores del robo habían actuado por encargo específico de traficantes internacionales de piezas de arte a cambio de una remuneración económica.
Era el segundo atraco que el Museo Nacional de Antropología e Historia tenía en 160 años de su fundación. El más grande a patrimonio arqueológico mexicano y el más grande e importante que ha sufrido ningún museo de nuestro país. El primero había ocurrido en 1959, cuando la sede del museo era el inmueble localizado en Moneda 13, en el Centro Histórico; una persona robó la pieza mexica conocida como el Coyote Emplumado. Su estrategia fue sacarla del recinto envuelta en un rebozo y aparentar que llevaba cargando a un bebé. Así burló la vigilancia de los custodios. La pieza fue llevada y vendida en Estados Unidos y más tarde recuperada con la ayuda de la Interpol.
Dentro de las piezas robadas por los jóvenes se encontraban algunas del cenote sagrado de Chichen Itza, casi la totalidad de la ofrenda original de la tumba de Palenque, objetos de oro de la sala Mixteca, la famosa máscara zapoteca del Dios Murciélago, la invaluable máscara azteca de mosaico de jade con incrustación de concha y obsidiana, una estatuilla del Dios Sol y un pectoral de oro con disco solar, entre otras más.
De los 140 objetos que se denunciaron como robados, 94 eran de oro y los demás de mosaico de turquesa, mosaico de jade, piedra verde, concha, jade, cascabeles, obsidiana y piedra.
Por su parte, la Asociación de Amigos del Museo Nacional de Antropología reunió la cantidad de 50 millones de pesos para entregarla como recompensa a la persona que proporcionara datos que condujeran directamente a la recuperación de las piezas. Pero ésta nunca fue entregada.
En mucho tiempo no se supo nada del tesoro nacional.
Fue el viernes 10 de junio de 1989 cuando Carlos Perches fue detenido y la mayoría de las piezas recuperadas. Tres días después el procurador de la República, Enrique Álvarez del Castillo, en conferencia de prensa dio los detalles de las indagatorias, la captura y el paradero de lo robado. Álvarez del Castillo mostró las 111 piezas arqueológicas rescatadas e informó que un “pitazo” dado a la Policía Judicial Federal por un narcotraficante detenido en enero de ese año había proporcionado la pista clave para el esclarecimiento del hurto.
En la conferencia, el procurador aclaró que habían sido 124 y no 140 las piezas prehispánicas que se sustrajeron del museo. Especificó que de las 124, 111 estaban en poder de la procuraduría y serían entregadas al INAH al día siguiente (miércoles 14 de junio). De las faltantes, dijo que siete estaban con el ladrón prófugo, dos las canjeó Parches por cocaína y las cuatro restantes sin paradero.
Al momento de su detención, Carlos Perches tenía 24 años de edad y se declaró aficionado a la Arqueología. También dijo que un año después del robo realizó un viaje a Acapulco. Ahí entabló amistad con José Serrano, un narcotraficante, y con la amante de éste, la vedette Isabel Camila Masiero, mejor conocida como la “Princesa Yamal”, propietaria de un restaurante en ese puerto.
El ladrón intimó con Serrano y le confió que él había sido el autor del llamado “Robo del siglo en México” y empezó a trabajar con él en el tráfico de cocaína, droga a la cual dijo ser adicto, prolongando su estancia en Acapulco por aproximados dos años.
Serrano, a su vez, presentó a Perches con otro narcotraficante de nombre Salvador Gutiérrez, alias “El Cabo”, quien ofreció su ayuda para comercializar las piezas a las que dio un valor de mil millones de dólares.
No obstante, no fue posible realizar la operación, porque “El Cabo” fue detenido el 1 de enero de 1989 en Guadalajara, Jalisco. Fue “El Cabo” quien soltó la sopa y reveló a los federales que “tenía la clave para resolver un asunto muy grueso”. Para ese entonces, la investigación del robo multicitado ya estaba cerrada, pero con esta nueva información los detectives comenzaron a ubicar a Perches y a Serrano.
Para confirmar que él era realmente el autor del robo, Perches entregó a Serrano dos de las piezas a cambio de cocaína y al otro ladrón, Sardina, le pagó con siete de las joyas prehispánicas.
Unos días después Gabriel García Márquez, dijo sentirse tan intrigado con el caso, y que escribiría una novela sobre el asunto.
La novela no fue escrita, pero la cinta estará en pantalla el próximo viernes. Y como buena película, representa mucho más que la anécdota de los hechos.
(Con información del archivo de El Universal. En la fotografía aparece el protagosnista -Carlos Perches, extremo izquierdo- y los demás involucrados)