El primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed Ali, resultó ser el ganador del Premio Nobel de la Paz 2019 por sus esfuerzos para poner fin a una guerra de 20 años entre su país y Eritrea. Como sucede muchas veces, dos naciones hermanas, que comparten una pobreza ancestral y un pasado de invasiones extranjeras, se enfrentaron mortalmente por conflctos fronterizos. Etiopía no tiene salida al mar -en este caso el Mar Rojo-, y Eritrea posee una franja costera que es la envidia de sus vecinos. Un tratado de paz, firmado el año pasado, puso fin a un enfrentamiento que arrojó más de 100 mil muertos.
«Nos sentimos orgullosos como nación», fue la primera reacción del primer ministro al conocer la noticia del Premio Nobel en su oficina en Addis Abeba. Desde que llegó al poder, en abril de 2018, Abiy liberó de prisión a miles de activistas de oposición, y permitió a los exiliados el regreso a sus hogares. Lo más importante, en este caso, es que firmó un tratado de paz con la vecina Eritrea, poniendo fin a dos décadas de conflicto. Se trata de una guerra muda, que no recibió la exposición de los medios en el resto del mundo. Pero ahora, con el Nobel de la Paz en manos del primer ministro, los ojos han volteado a la esquina occidental de África, el lugar donde los enemigos más acérrimos han depuesto las armas.