La historia no tiene nada de nueva. Más bien, es una repetición de las masacres anteriores. Los autores de las masacres siempre buscan los lugares más concurridos para ejecutar sus matanzas. Son jóvenes y adolescentes -entre 15 y 20 años- que se dejan llevar por la propaganda fulminante de las armas, que piensan que la hombría consiste en poseer un arsenal y utilizarlo en cualquier momento, y que han convertido al país más poderoso del mundo en un territorio donde la muerte acecha a toda hora, en cualquier esquina, sin motivo alguno.
Ahora el autor se llama Salvador Ramos, un joven de 18 años de edad que presumía sus dos nuevos fusiles AR15 en redes sociales. Los compró el día de su cumpleaños. Como prueba de haber llegado a la edad de la razón. El tiroteo se llevó a cabo en la escuela primaria Robb en el poblado de Uvalde, Texas.
Antes de dirigirse a la escuela, el joven había disparado a su abuela. El ataque ha dejado al menos 21 muertos, entre ellos 19 niños y dos profesoras. El autor del tiroteo fue abatido por los disparos de la policía.
A última hora de la tarde, tras regresar de su viaje a Asia, el presidente Joe Biden ha ofrecido un discurso a la nación en el que, visiblemente conmovido, ha condenado la matanza y ha hablado de su hartazgo por la inacción del Congreso ante estos ataques que se repiten: “¿Cuándo vamos a enfrentarnos al lobby de las armas?”, se ha preguntado. El papa Francisco ha pedido este miércoles que termine “la circulación indiscriminada de armas”, en un llamamiento al final de la audiencia general que ha celebrado en la plaza de San Pedro ante miles de fieles. El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, también ha lamentado el “atroz” ataque armado. En lo que va de año, se han producido más de 200 tiroteos masivos en EE UU. Hasta el de Uvalde, el más mortífero había sido el de Búfalo, donde el 14 de mayo un joven supremacista blanco asesinó a 10 afroamericanos en un supermercado.
Lo más lamentable es que, mientras el derecho a portar y utilizar armas se siga considerando como uno de los derechos humanos más importantes, las matanzas no tendrán límite ni fin.
(Fotografía de Reuters: el dolor de las víctimas y las familias)