Casi simultáneamente al triunfo de Emmanuel Macron en Francia, en Corea del Sur triunfó el liberal Moon Jae-in en las elecciones presidenciales. Fue otro revés para Donald Trump y sus políticas de enfrentamiento. Pues si bien el triunfo de Macron representa una tendencia hacia el impulso a la globalización y el fortalecimiento de la Unión Europea, la victoria de Moon puede ser un antídoto para los arranques bélicos del nuevo presidente de Estados Unidos y sus peligrosos desplantes.
Es bien sabido que desde el fin de la Guerra de Corea, el país del Norte siguió un modelo comunista con una economía estatizada, y la nación del Sur tuvo un despegue espectacular para convertirse en la economía número 12 del mundo. Mientras que Corea del Norte siguió la política de idolatría al líder un turno y militarización de la sociedad, la del Sur fue dominada por las grandes empresas monopólicas Hyundai, Samsung y LG. El Producto Interno Bruto de Corea del Sur supera los 1.6 trillones de dólares, mientras que la del norte se ha estancado en 40 mil millones de dólares. Muy poco para sus 25 millones de habitantes. Carlos Slim, solo, tiene más dinero.
Moon Jae-in, la nueva cabeza del gobierno de Corea del Sur, no es un anticomunista a ultranza. Sus padres nacieron en el país del norte, huyeron hacia el sur, y ahí nació el pequeño que se convertiría en su actual presidente. Moon tiene una familia fragmentada, con tía que sigue viviendo en el norte. Tal vez por eso, entre otros factores, su política es de distención, en lugar del enfrentamiento. Moon ha declarado que no es afín al sistema político de Corea del Norte, pero que no por eso le dará la espalda a esa parte de la nación. En el fondo, busca la reunificación. Las dos coreas forman, históricamente, una sola familia. Como el caso de Vietnam.
Así, mientras en Francia Macron se distancia de las políticas antinmigrantes, aislacionistas y xenófobas de Marine Le Pen y Donald Trump, en Corea del Sur ha surgido otro líder que no comparte el espíritu provocador y militarista del nuevo inquilino de la Casa Blanca. Con esto, las posibilidades de una Tercera Guerra Mundial empiezan a desinflarse.
Afortunadamente.