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Nuevos campos

No se les llama campos de concentración. Pero lo son. En el noroeste de China, al sur de Kasajastán, hay una región que concentra a cerca de 12 millones de grupos nómadas de las tribus uigures y kazajos, muchos de los cuales han sido concentrados en unos sitios llamados centros de readaptación. En la ciudad de Kashgar -que aparece en la fotografía-, se han rehabilitado varias casas en ruinas para encerrar a las etnias. En ellas, bajo la férrea tutela de un grupo de educadores chinos, las tribus musulmanas van perdiendo sus creencias, sus lenguas y sus costumbres, y se van convirtiendo en ciudadanos chinos. Dejan de creer en el Islam, empiezan a hablar chino, y sobre todo aprenden a seguir al pie de la letra las enseñanzas del Partido Comunista que tiene su sede en Beijing.

Los sistemas de enseñanza son tan eficaces, que aparecen en los programas de la televisión  estatal como ejemplo. Pero ahí no se detiene el adoctrinamiento. Varias imágenes satelitales muestran que junto a los centros de readaptación se han edificado varios conjuntos industriales,  y que en ellos reclutan a los uigures y kazajos como mano de obra barata. Ahí fabrican prendas de ropa china que después se exportan a Estados Unidos. Y a los obreros les pagan aproximadamente 2 mil pesos mexicanos al mes. Es decir, menos que el salario mínimo en México. Lo cual quiere decir, sin eufemismos, que laboran como esclavos.

Paradojas del presente: un país comunista que explota a los trabajadores al máximo, y los priva de su libertad. Un campo de concentración moderno, al servicio del libre mercado.

(Información de The New York Times)

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