Cuando ya nadie pensaba que alguien podría inscribirse para contender en la elección presidencial de  noviembre del año entrante, apareció Michael Blooomberg, el antiguo alcalde de Nueva York, que es también uno de los hombres más ricos del mundo. Es una apuesta temeraria, porque Bloomberg tiene ya 77 años de edad, y porque apenas cuenta con el 2% de aceptación frente a sus adversarios demócratas. En contraste, tanto Joe Biden como Elizabeth Warren y Bernie Sanders aparecen con un amplio margen de ventaja contra Donald Trump, en caso de que las elecciones se realizaran en estas fechas.

Pero la jugada de Bloomberg no deja de tener sentido. El viejo lobo de mar quiere la cabeza de Trump, pero no a cualquier precio. En política, todo cuesta mucho dinero. Y Bloomberg lo tiene a raudales. Sin ningún empacho ha dicho que su fortuna asciende a 50 mil millones de dólares, mientras que la de Trump apenas llega a los 3 mil millones de dólares. Por eso el antiguo alcalde va a gastar 100 millones de dólares en anuncios para atacar a Trump, 20 millones para atraer al voto de las minorías, y 30 millones más en campañas televisivas.

Tal vez el arribo de Bloomberg a las campañas electorales en Estados Unidos revele lo que realmente son: carreras multimillonarias para comprar votos y llegar a la Casa Blanca. Eso lo han denunciado tanto Bernie Sanders como Elizabeth Warren. Pero sus denuncias no bastan. En la tierra fértil de los dólares, los ricos son los que mandan. Eso lo sabe Donald Trump, y utiliza el dinero como su mejor arma.

Y eso lo sabe también Michael Bloomberg, y por eso se tiró de cabeza a la campaña.