Parecía una práctica odiosa del pasado, pero el golpe de Estado revivió en Birmania con todas sus malas prácticas: detención de los líderes civiles, suspensión de todos los vuelos, bloqueo del acceso a internet y patrullaje de los militares por las calles.
El golpe devuelve al país a un gobierno militar tras un respiro que se inició en 2011, cuando los mismos militares alentaron elecciones parlamentarias. Parece que el asunto no les gustó, porque la líder del movimiento -Aung San Suu Kyi, en la fotografía- tuvo una popularidad creciente después de recibir el Premio Nobel de la Paz, y fue acusada por sus adversarios de justificar las políticas de limpieza étnica de su país contra los musulmanes.
Pese a todos sus esfuerzos por alcanzar la democracia plena, el sudeste asiático sigue anclado en gobiernos militares.