En las elecciones primarias de varias entidades federativas de Estados Unidos, la participación de los Demócratas superó notablemente a la de los Republicanos. El Partido Demócrata mostró un entusiasmo mucho mayor en 123 distritos en juego, y una gran cantidad de nuevos aspirantes al Capitolio desafiaron no solamente a sus rivales republicanos, sino también a los actuales congresistas de su propio partido. Los nuevos rostros son, como muchos suponían, mujeres jóvenes, negras, latinas, árabes y africanas. Un solo ejemplo es Alexandria Ocasio-Cortés, una hija de portorriqueños que hizo una campaña muy sólida a favor de Bernie Sanders en Nueva York, y que derrotó a Joseph Clowley, un diputado de largo aliento que defendió el sistema de salud desde que llegó al Capitolio en 1998, y que fue mencionado como el reemplazo de Nancy Pelosi para ser el líder de los demócratas en el Congreso.
Las elecciones primarias en Estados Unidos son un termómetro que puede medir las elecciones intermedias al Congreso. Una buena participación en las primarias es un indicador de que los colores mayoritarios del Capitolio pueden cambiar de bando y de partido. Por ejemplo, comparando las primarias de 2006 y las de 2010, que llevaron a las elecciones intermedias del primer período presidencial de Barack Obama, resulta que la participación de los republicanos creció abrumadoramente en 186 distritos, mientras que la de los demócratas aumentó en 35 distritos. El resultado fue que en las elecciones de noviembre los demócratas perdieron 63 asientos del Congreso, y con ellos la mayoría en el Capitolio.
Las tendencias ahora se invierten. Los demócratas han mostrado una tendencia mucho mayor para participar en más de un centenar de distritos, y los republicanos lo han hecho en menos de veinte. Es solo una tendencia, pero muy importante. Si los demócratas pueden traducir esa entusiasta participación en votos, volverán como mayoría en el Capitolio.
Son los primeros pasos en la azotea para Donald Trump.