En un desplante insólito, el presidente Enrique Peña Nieto pidió perdón a la nación por el tema de la Casa Blanca. Lo hizo en el marco de la promulgación de las leyes secundarias del Sistema Nacional Anticorrupción, y varios meses después de que la revelación de la compra de una casa con valor de 80 millones de pesos sacudiera al país desde sus cimientos. El presidente pidió perdón a los ciudadanos por el agravio y la indignación
causados por la compra del inmueble.
No es la primera vez que un presidente de México pide perdón ante los ojos de la nación. Hace cerca de medio siglo, José López Portillo, el mismo día que nacionalizó la banca, pidió perdón con los ojos llorosos a los más pobres de México, a los cuales no les pudo cumplir. Días después, se desencadenó otro escándalo similar al actual: el presidente se había hecho de una mansión en la salida a Toluca, llamada «la Colina del Perro.» Después, todo aquello pasó al olvido.
No se le puede regatear al presidente un acto de humildad y seguro arrepentimiento de ese calibre. Pero existen materias pendientes. Una de ellas, muy importante, es castigar a los funcionarios que llegaron al poder con el único fin de saquear a manos llenas un presupuesto que tiene que utilizarse en otros fines. Y la otra, no menos importante, es restituir a Carmen Aristegui de su espacio, porque fue ella quien sacó a la luz el tema de la Casa Blanca en la Ciudad de México.
El perdón debe alcanzar a todos.