Algunos analistas sostienen que la política solo es un juego de intereses. Detrás de cada funcionario, presidente, gobernador, diputado, senador o alcalde lo que existe es un cúmulo de intereses que luchan por preservarse, crecer e imponerse a los demás. Y esto no es solamente las maquinaciones y el cabildeo que llevan a cabo los sindicatos y las empresas en los parlamentos y congresos, sino las declaraciones de los funcionarios en la defensa de ciertas causas.
Todo ello ilustra las tristes declaraciones que recientemente hizo Rudolph Giuliani -uno de los abogados principales de Donald Trump- contra los esfuerzos de Rumanía por acabar con la corrupción en ese país, arguyendo que el gobierno de Bucarest debe «frenar la lucha contra la corrupción porque continúa dañando el Estado de Derecho en Rumanía, bajo el pretexto de hacer cumplir la ley.»
Esas palabras desataron una tormenta de especulaciones. ¿Habla Trump a través de Giuliani? ¿Estados Unidos se opone a una de las principales medidas del gobierno rumano desde que desapareció el bloque soviético? Nada de eso. A Giuliani no le importó su cargo como abogado de la Casa Blanca. Menos aún le importó la aureola de héroe que se forjó con su actitud al ir a rescatar gente atrapada en las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. Lo único que le importó fueron sus intereses.
The Guardian publicó una nota feroz al respecto, diciendo que Giuliani no solo cobra como abogado de Trump, sino también como defensor de un magnate rumano acusado de traficar con bienes raíces. El acusado se llama Gabriel Popoviciu, un hombre que convirtió en centro comercial una propiedad que adquirió fraudulentamente, y las autoridades rumanas lo capturaron cuando escapó hacia Londres. Actualmente fue sentenciado a 7 años de prisión, y está siendo defendido por una empresa llamada Freeh Group, cuyo presidente es íntimo amigo de Giuliani y quien lo contrató para defender el caso.
Como dato que le agrega color a la nota, el diario inglés dice que Popoviciu está casado con la hija de un alto oficial de Nicolae Ceausescu, el sanguinario dictador del país que fue ejecutado por genocidio.
En todo esto no hay principios, ni causas que defender o atacar. Solo dinero.