Así como en la serie Breaking bad había un restaurante de pollos que albergaba un laboratorio de metanfetaminas en su interior, una sucursal de Burger King en New Hampshire se convirtió en un expendio de mariguana para ciertos clientes que consumían algo más que hamburguesas.
La venta tenía un código de ingreso, una contraseña compartida por clientes y dependientes. La venta era a través del sistema de pedido en el automóvil. El cliente con la contraseña se aproximaba a la ventanilla de los pedidos y preguntaba por nasty boy (el niño repugnante). Entonces aparecía en la bocina. El cliente pedía, además de sus alimentos, un añadido de fries extra crispy (papas extra crujientes). Y con eso recibía, además de su orden tradicional, una tasa llena de mariguana. El pago era un poco mayor que el de los alimentos, y se realizaba en efectivo.
La serie televisiva llevada a la realidad llegó a su fin cuando la policía recibió un aviso del tipo de ventas en el Burger King. Dos jóvenes -un hombre y una mujer- fueron arrestados.
La firma se deslindó de los hechos, pero la analogía con Pollos hermanos de Breaking Bad corrió por los medios como pólvora.