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Ética y transparencia

Roberto Salcedo

 

Existen tres grandes corrientes para explicar el desempeño personal e institucional en la vida pública. Todas se sustentan en el estudio de la naturaleza humana. La primera es la de la ética personal; la segunda, la de los controles; y la última se estructura por una combinación de las dos primeras.

La ética personal.

Sin embargo, hay anomias sociales, que son excepciones. A pesar de que exista una ley natural que los hombres respetan, los intereses egoístas, en algunos casos, pueden prevalecer en la conducta humana y trastocar el estado de armonía y de cooperación. Para superar esta situación se genera un contrato político que crea la sociedad civil.Dentro de la corriente de Locke y de Rousseau se postula la existencia efectiva del Estado de Derecho, los valores de la sociedad democrática, las reglas de conducta y los códigos de ética.Honrar la palabra fue la divisa de la Edad Media. Los códigos de caballería son una muestra fehaciente de la confianza que existía si alguien empeñaba su palabra, y de la dura sanción social si no lo hacía. Estos códigos constituyen las raíces más recientes de los juramentos sobre la Biblia de que se desempeñará con honor el cargo que se asume; en estados laicos el juramento es sobre la Constitución, pero el sentido es el mismo.Los escándalos de corrupción, de alteración de libros, de informes mendaces, recordaron hasta qué punto la credibilidad de las instituciones puede quedar cuestionada. La confianza ha ido convirtiéndose en un valor institucional, y para alcanzarla han comenzado a proliferar los códigos de ética. La honradez es la mejor inversión de una institución. La ética siempre resulta rentable.Una administración pública honesta tiene cinco implicaciones:

  1. La ética pública es el proceder para honrar la palabra empeñada. Si esto se logra, se produce la confianza como un valor social que promueve la convivencia y la cooperación sociales. Francis Fukuyama subraya el nivel de confianza inherente a esa sociedad, y esa confianza es la que produce la capacidad de los individuos de trabajar juntos y alcanzar objetivos comunes.
  2. La educación cívica, la ética, los códigos de conducta, la palabra empeñada y el honor son fundamentos no sólo para erradicar la corrupción, sino para una convivencia provechosa para todos.
  3. Jean Jacques Rousseau habla de un Contrato Social. Éste propone una condición igual para todos, y gracias a esta igualdad, ninguno tiene interés en hacerla onerosa para los demás, ya que los hombres son buenos y pactan un medio bueno para convivir. En principio todos cumplirán el pacto.
  4. Como uno de los principales representantes de esta corriente, John Locke piensa que el hombre es bueno, trabaja, crea, es libre y es igual a sus congéneres; vive en un estado de paz, armonía, cooperación y felicidad. Los hombres regulan su conducta y el trato mutuo por la ley natural, la cual garantiza los derechos inherentes al ser humano: propiedad, libertad y vida. A esta ley se accede por medio de la razón, la cual obliga al hombre a respetar tanto la integridad física de otro hombre como sus propiedades.
  5. La obligación de no mentir. Sólo la verdad lleva a una atmósfera de confianza. Verdad y confianza configuran el crédito y la reputación de una institución. Los juramentos forman la esencia de este principio:

“Juro decir la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad”.

  1. La obligación de informar con veracidad a los superiores y al público. Esto es transparencia. Luz brillante sobre los asuntos públicos; lo diáfano es lo que hace a la luz del día. Lo nocivo se hace en la oscuridad, para que no se sepa. Noche y nocivo tienen la misma raíz semántica.
  2. Que las políticas públicas se formulen con información veraz, relevante y con la participación de los futuros beneficiarios de esas políticas.
  3. Que una vez formuladas las políticas públicas se implementen con eficacia y eficiencia, y se rinda cuentas de lo hecho y de lo omitido.
  4. Que la rendición de cuentas conlleve una fiscalización que concluya con la asunción de responsabilidades.

 

La corriente de los controles.

Uno de los exponentes más importantes de esta corriente, Thomas Hobbes, consideró que el estado natural del hombre es la guerra o el disentimiento perpetuo debido a que el hombre está en competencia, en desconfianza y en busca de una sobrevivencia a partir de sobreponerse a los demás.

La sociedad, entonces, debe establecer controles; los más seguros posibles para que nadie se comporte mal y si, a pesar de todo, lo hiciere, que haya la posibilidad de castigarlo con la severidad requerida; no puede haber impunidad.  La creación y el fortalecimiento del Estado de Derecho se vuelven la garantía contra la impunidad.

Los tiranos fueron numerosos en la historia griega. Para liberarse de ellos los atenienses demostraron que sí había posibilidades de controlar a los poderosos estableciendo controles, y ofrecieron como alternativa la democracia. Solón, Clístenes y Pericles fueron los creadores de la transición de la tiranía a la democracia. El hilo conductor de los tres fue el establecimiento de un sistema de controles en el seno de las instituciones para evitar que alguien pudiera convertirse en tirano.

Los romanos decidieron, como lo habían hecho los griegos, acabar con la monarquía y establecer controles para limitar el poder.  Así, crearon la república. Rex pública significa las cosas de todos, el gobierno de las cosas de todos por encima de las cosas de los particulares. República significó desde entonces un gobierno controlado desde dentro.

Pero es Montesquieu quien sistematiza todo el pensamiento de la teoría de los controles en su libro El Espíritu de las leyes (Montesquieu: 1993).Su tesis principal: que el poder controle al poder. Se formula entonces la teoría de la división de poderes, de los pesos y contrapesos, de los controles internos y externos.

En el mismo sentido, la rendición de cuentas es la obligación de informar sobre una responsabilidad conferida por el pueblo. La cultura de la rendición de cuentas se establece sobre los siguientes criterios:

  • Un sistema jurídico que exige la rendición de cuentas y su fiscalización.
  • Un sistema administrativo preparado para rendir cuentas según periodos, demandas legislativas y exigencia popular.
  • Un sistema social preparado para comprender e interpretar los informes que se rinden y actuar, después de la deliberación, en consecuencia.
  • Un sistema cultural donde los asuntos públicos son del interés de todos; donde lo público se publica, se transparenta. Donde se aprende a discernir sobre la formulación de políticas públicas, sobre su implementación, sobre su ejecución, su evaluación y su fiscalización.
  • Un sistema ético donde se sancione la deshonestidad y la incompetencia; donde los asuntos públicos atraigan a los mejores hombres de la sociedad, porque se honra a los honestos y competentes.
  • Un sistema de fiscalización integral que evite, en lo posible, las desviaciones, las deshonestidades y la incompetencia y encienda las sirenas de alarma ante la presencia de cualquier acto de corrupción o de ineficiencia. En este sistema, las instituciones nacen para resolver conflictos o controversias de una manera civilizada en un ambiente de cooperación y de solidaridad, y es el Estado el que debe a crearlas y fortalecerlas. Las instituciones deben cambiar el comportamiento egoísta de los individuos en una dirección cooperativa.
  • Todos estos elementos conforman la cultura de los controles, que en términos simplificados significa: el pueblo manda, el mandatario obedece, rinde cuentas y se somete a la fiscalización superior.

 

La tercera escuela: el sincretismo

El poder en sí no es bueno ni malo; es, en sí, sencillamente neutral; es lo que el hombre haga de él. Por lo tanto, la escuela sincrética postula que habrá que elegir a los hombres buenos y poner controles por si se tornan malos por sus características y debilidades. También los hombres malos pueden engañarnos y parecer buenos cuando los elegimos y luego mostrar su verdadera naturaleza, entonces habrá que poner los mayores controles posibles para disminuir los daños. Ésta es la tesis de Nicolás Maquiavelo, principal exponente de esta escuela. Esta escuela combina, pues, la necesidad de que los hombres y las instituciones se conduzcan con valores y principios éticos, que postulen sus códigos de ética y sus declaraciones sobre los valores que profesan. Pero que además establezcan los controles necesarios por si alguien no cumple con su deber o se sale de las pautas declaradas. Se quitan los controles cuando la institución se compromete a lograr ciertos resultados. Se cree en ellas y de una institución administrada por normas y reglas se pasa a una administración por resultados, pero siempre estableciendo sanciones en caso de incumplimiento.

  1. Maquiavelo dice que los hombres aman la bondad y la generosidad, que admiran la prudencia como la gran virtud política; aman la grandeza, el valor y la gravedad. Pero por otro lado, no gustan de pagar impuestos, son volubles, se comportan mejor si temen al castigo; no se comportan bien si se sienten sólo amados; y concluye, se guían por la práctica, no por valores. Frente a esa naturaleza, propone que el Príncipe debe conocer la verdad y mantenerse no bueno, sino eficaz. La tarea primordial de la sabiduría política, según Maquiavelo, estriba en frenar las pasiones humanas.
  2. Esta tercera escuela postula que el hombre es bueno, pero con inclinaciones hacia el mal. Las instituciones conllevan las imperfecciones y anomias de los seres que las componen.

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