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¿Qué tan pillo es un pillo?

Los sindicatos de México, que jugaron un papel tan importante en la defensa de los intereses laborales y la construcción del Estado Mexicano en el siglo pasado, se han convertido en un jugoso botín para sus líderes y un dique que parece infranqueable para la modernización de todas las esferas. La burocracia sindical es un lastre para cualquier mejora en el campo energético, de telecomunicaciones, de transportes, de salud, educación, medio ambiente o universitario. Ante cualquier cambio que amenace las prebendas de los líderes, los sindicatos movilizan a sus huestes, paran el tráfico, chantajean a todos los niveles de gobierno.

El último capítulo de esta historia de chantajes la escenificó la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que ha protagonizado incesantes movilizaciones en Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Chiapas. La historia continúa, pero los líderes fueron aprehendidos. Hace unas horas los jueces federales dictaron el auto de formal prisión en contra de Rubén Núñez Ginez y Francisco Villalobos Ricárdez, sus principales cabezas. A Rubén Núñez se le acusa de operaciones con recursos de procedencia ilícita, que provienen, oh sorpresa, de la venta de plazas para los maestros. Y a Francisco Villalobos se le acusa de robarse 10 mil libros de texto gratuito de una bodega de la Sección 59 de Oaxaca.

Así, con varios años de distancia, el dirigente de la CNTE sigue el destino penitenciario de la dirigente del SNTE, Elba Esther Gordillo. ¿Y por qué están en la cárcel? Por pillos, por supuesto, por lucrar a sus anchas con las cuotas sindicales, pero también por oponerse al gobierno en turno. El caso de la llamada maestra es sintomático, porque fue un personaje todopoderoso en el gobierno de Felipe Calderón, pero cayó en desgracia al cambiar el sexenio.

Hay muchos otros, igual de pillos, que no han caído en desgracia. Ahí está Víctor Flores, el dirigente del sindicato ferrocarrilero en un país sin ferrocarriles. Ha sido acusado de malversación de fondos de jubilación, venta de casas inexistentes, fraudes a pensionados. Jamás ha pisado la cárcel. Ha pisado el Congreso, eso sí. Ahí está también Carlos Romero Dechamps, actual senador de la República, célebre en las redes sociales por los gustos ostentosos de sus hijos. O Francisco Hernández Juárez,  que se consagró como el líder democrático de los telefonistas en 1976, y resultó tan democrático que ahí sigue.

Ahora López Obrador ha visto la posibilidad de ganar votos entre los maestros de la CNTE, y ha corrido a encabezar la protesta por el encarcelamiento del líder. Dice, en su lenguaje moral de telenovela, que su encarcelamiento es una infamia.

El corolario de todo esto es una lección de ciencia política. Se reduce a un apotegma muy útil para los posibles candidatos a puestos apetecibles que dice: «si el pillo no me apoya, es doblemente pillo; pero si me apoya, ya no es tan pillo.»

Así, si López Obrador llega a la presidencia en dos años, Rubén Núñez puede salir de la cárcel como héroe, aspirar a una curul… y entonces sí, que se cuide Romero Dechamps.

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