En Jordania, un grupo de 350 miembros del ejército norteamericano está entrenando a varios grupos de rebeldes Sirios para combatir al Estado Islámico. En este momento hay más de 3,750 voluntarios sirios que se han apuntado al entrenamiento, y un total de 400 han pasado las primeras pruebas. El propósito de la acción es reunir un núcleo que sirva de base para un ejército capaz de enfrentar a la nueva organización terrorista. Por eso los aspirantes tienen que ser soldados moderados, que se enfrenten a un Estado totalitario y despótico que busca acabar con cualquier indicio de cultura occidental.
La tarea no es fácil, porque en el mundo árabe no hay resquicios de círculos democráticos que simpaticen con los gobiernos y los sistemas políticos occidentales, y porque la historia ha mostrado que, cada vez que Estados Unidos busca grupos opuestos a sus enemigos para armarlos y entrenarlos, los resultados no solo no son los deseados, sino que muchas veces resultan contraproducentes. Ahí está, por ejemplo, el caso de Osama Bin Laden, que fue entrenado por los Estados Unidos para defender Afganistán de la Unión Soviética, y que terminó siendo el artífice del ataque a las Torres Gemelas en 2001.
La Casa Blanca está buscando una salida a la situación actual. El Estado Islámico está ganando territorio y cada vez más adeptos, e incluso los Talibanes se han mostrado preocupados por su crecimiento. Pero conviene ser cautos. No vaya a ser que en el futuro los ejércitos entrenados se conviertan en grupos igual o más peligrosos que los enemigos del presente.