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Rebrote en Chile

En el cono sur del continente americano, Chile ha sido una nación que se ha distinguido por su tradición civilizatoria, sus valores democráticos y sus manifestaciones artísticas. Aunque en 1973 sufrió un golpe de Estado que estableció uno de los regímenes más largos y sangrientos de la historia de América Latina -el de Augusto Pinochet, que duró hasta 1990-, sus 18 millones de habitantes han sido considerados una clase media extendida, que goza de buenos niveles educativos, de salud, vivienda y de un medio ambiente saludable.

Chile ha sido considerada una nación cuyos gobiernos -a pesar de sus cambios y su militarización- se han preocupado por la salud de su población. Por eso fue de los primeros países que negociaron las vacunas necesarias para inmunizar a la mayoría de su gente.

La campaña de vacunación fue muy rápida, y eso creó la falsa imagen de que la pandemia estaba bajo control. Por eso se flexibilizaron las restricciones de viajes y se abrieron sin las precauciones debidas las escuelas y las principales actividades económicas, lo cual ocasionó una nueva ola de aumento de los casos del virus.

La semana pasada, Chile registró 7626 nuevos casos de COVID-19 en un solo día, -un récord para el país-, y el ritmo de nuevas infecciones se ha duplicado en el último mes. El principal hospital de la ciudad costeña de Valparaíso tuvo que abrir durante el fin de semana una nueva morgue, porque la que tienen está desbordada. Los funcionarios de salud de Chile localizaron algunas nuevas variantes del virus, como las que se detectaron por primera vez en Reino Unido y Brasil. Es una especie de novela de terror envuelta en el sistema de salud.

Este aumento de los casos desencadenó una nueva serie de estrictas medidas de confinamiento que han restringido la movilidad de casi 14 millones de personas, lo cual ha creado la sensación de estar en un columpio en el que las actividades se abren y se cierran de acuerdo a los caprichos de la pandemia.

El caso chileno es una advertencia para todos los demás países. Aunque más de seis millones de los 18 millones de habitantes del país han sido vacunados, un aumento de los contagios ha dejado a las unidades de cuidados intensivos operando con pocas camas de sobra, y al sistema en un punto límite de saturación.
Por eso en Chile la advertencia global sigue siendo muy eficaz: «no hay que bajar la guardia».
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