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Reciclaje navideño

La época navideña es un botín anhelado todo el año por los comercios. Las tiendas se visten con luces de colores, santacloses de todos los tamaños, osos de peluche, muñecas de plástico, renos al galope. Todo nuevo.

Pero hay algunas cosas que cambian. En medio del entusiasmo que despierta la cercanía del nacimiento de Jesús, hay una corriente que busca economizar las compras y crear menos basura. Se trata de comprar artículos de segunda mano que todavía tienen buen uso, y arreglarlos con una presentación de lujo, como si fueran nuevos.

Hay algunos poblados en Estados Unidos donde la infraestructura para los artículos de segunda mano es bastante buena. Hay tiendas de reventa especializadas en ropa y juguetes para niños; almacenes comunitarios repletos de ropa, libros y artículos para bebés gratuitos, y ya varias tiendas con una sección de reventa. La cultura de la reutilización nunca ha pasado de moda en algunas regiones, y parece que no ha hecho más que crecer en los últimos años. Preguntar o buscar algo usado antes de comprarlo nuevo se considera cada vez más la norma.

Según la firma Goodwill International, que tiene más de 3300 tiendas en Estados Unidos y Canadá, las ventas de la reventa en el periodo de marzo a agosto de 2021 aumentaron más del 11 por ciento en relación con el mismo lapso de 2019. El revendedor de internet ThredUp proyecta que el mercado de la ropa de segunda mano en Estados Unidos se duplicará en los próximos cinco años y alcanzará los 77.000 millones de dólares.

Todo esto, aunque sea en pequeña escala, es una buena noticia para el planeta: reduce ligeramente el movimiento de cosas de un lado a otro del mundo, así como la extracción de recursos naturales necesarios para producir un par de camisas nuevas, los coches de juguete y los rompecabezas. También evita que algunos artículos vayan a parar a los basureros mientras puedan ofrecer alguna utilidad o alegría. Pero de ninguna manera solucionará nuestras crisis medioambientales: han falta cambios mucho más radicales encabezados por las grandes empresas y los gobiernos.

Y lo más importante: cambiar lo nuevo por lo usado no reduce el impulso del consumo. Lo dijo J. B. MacKinnon, autor de un libro sobre el tema: “Si mantenemos la mentalidad consumista, siempre acabaremos volviendo al mismo problema de consumir demasiada energía y demasiados recursos, a través de cualquier forma de consumo que hagamos, ya sea circular o compartida”.

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