Todos los que pensaron que Internet sería una malla omnipresente para conectar a todo el mundo, fallaron en sus predicciones. Una de las consecuencias indirectas de la invasión de Rusia a Ucrania ha sido el aislamiento de los usuarios rusos en Internet. Sin proponérselo, tanto las autoridades rusas como las empresas multinacionales de internet construido un muro impenetrable a una velocidad vertiginosa. Y esa decisión ha quebrado una internet abierta que antes se consideraba una ayuda para integrar a Rusia en la comunidad global.
El aislacionismo se palpa en la ausencia de las grandes firmas cibernéticas. TikTok y Netflix han suspendido sus servicios en el país. Facebook ha sido bloqueada, Twitter también, solo que de manera parcial, y el futuro de YouTube está en duda. Apple, Samsung, Microsoft, Oracle, Cisco y otras empresas han dado un paso atrás, o se han retirado por completo de Rusia. Incluso los videojuegos en línea, como Minecraft, ya no están disponibles.
Estas medidas han convertido a Rusia en un Estado digital amurallado similar a China e Irán, quienes controlan estrictamente internet y censuran los sitios web extranjeros y la disidencia. La internet china y la occidental se han separado casi por completo a lo largo de los años, con pocos servicios coincidentes y poca comunicación directa. En Irán, las autoridades han recurrido a los apagones de Internet durante las protestas.
La falta de Internet ha colaborado con el creciente aislamiento de Rusia desde que Putin invadió Ucrania el pasado 24 de febrero. Los lazos rotos son muchos. El país ha quedado aislado en gran medida del sistema financiero mundial. Las aerolíneas extranjeras no vuelan en el espacio aéreo ruso y el acceso mundial a sus reservas de petróleo y gas natural está en duda.
Alexei Pivovarov, quien dejó su trabajo en la televisión estatal hace casi una década ante la creciente censura, dijo que experimentó un “segundo nacimiento” cuando empezó a producir programas de noticias y distribuirlos en YouTube. Casi tres millones de personas están suscritas a su canal de YouTube, donde él y un equipo publican investigaciones y reportajes que no están disponibles en los medios estatales.
“Estaba completamente seguro de que esa parte de mi vida había terminado para siempre, y que nunca volvería a trabajar como periodista”, dijo en una entrevista reciente. “Antes de llegar a YouTube, nunca pensé que fuera posible”.
Ahora el trabajo corre el riesgo de llevar a Pivovarov a la cárcel o a la quiebra. YouTube, propiedad de Google, bloqueó la semana pasada todas las cuentas rusas para que no ganaran dinero con sus videos y prohibió la emisión de las televisiones estatales rusas en toda Europa. Los expertos prevén que YouTube podría ser uno de los próximos objetivos en ser bloqueados por los reguladores rusos.
Se ha cerrado una nueva cortina de hierro.
(Con información de The New York Times)