El Papa no lo sabe, pero en México muchos sacerdotes arriesgan sus vidas. Al narcotráfico no le importa que sean religiosos. Si hablan más de la cuenta, si no ceden a sus extorsiones, si no aceptan su presencia en los templos, simplemente los asesinan.
En Acapulco, una de las cuatro ciudades más peligrosas del mundo, el padre de la parroquia San Nicolás de Bari, en la explosiva colonia La Laja, debe irse con tiento. Ya lo han amenazado. Los halcones lo acechan. No les importa que sea religioso, ni que sea un hombre mayor. Tiene 61 años, y dos décadas de oficiar en zona de riesgo. También tiene miedo, pero tiene coraje. Dice que no se irá de ahí.
En los últimos tres años han habido 15 atentados contra sacerdotes. 13 muertes confirmadas y dos desaparecidos. En total, desde 1990, suman 52 atentados. Tres mil iglesias han sido profanadas.
Y estas estadísticas fúnebres no representan una guerra contra la iglesia. Simplemente, la iglesia está en territorios de guerra.