Los regalos de navidad en el Congreso de la Unión son mejores que los de Perisur. Para los senadores hay botellas de champaña, tequilas, mezcales, gelatinas con sus rostros estampados en la cubierta, corbatas de marca, latas de ultramarinos, vinos añejados en barricas de la familia del legislador. Para los diputados, por discutir hasta el mareo leyes que no se cumplen, se ha emitido un bono de 150 mil pesos, que sumado al aguinaldo de 67 mil pesos arroja una cifra que hay que agradecerle a Santaclós.
Ya es costumbre. La gran mayoría de los legisladores acepta sus bonos y regalos con sumisión. Unos cuantos cacarean sus donaciones a casas de beneficencia. Algunos, contados, toman el micrófono con ardor para rechazar la ignominia de los premios de fin de año.
A la mayoría de la población el tema de los bonos le indigna. Pero no hay nada por hacer. El país tiene un presupuesto programado estratégicamente para reproducir la desigualdad social. Hace un mes se dijo que los presupuestos desvanecidos en los estados de Chihuahua, Veracruz, Sonora y Quinata Roo ascendían a 97 mil millones de pesos. Se fueron por el arte de magia de los gobernadores en turno. Mientras tanto, el presupuesto de PROSPERA -que se reparte entre las familias que viven en condiciones de pobreza extrema-, llega a 82 mil millones de pesos. La ecuación es simple: las familias de PROSPERA son poco más de 6 millones de habitantes. Para ellos, 82 mil millones. Para los cuatro gobernadores de los estados mencionados, el premio mayor: 97 mil millones.
¿Injusticia? Bueno, uno de ellos, el de Sonora, ya está en la cárcel. Pero los encarcelamientos no resuelven el problema. Es urgente replantear el esquema de la desigualdad social en el país.