En gigante de Sudamérica no pudo mantener el ritmo de crecimiento. La séptima economía más grande del mundo, que asombraba con su empuje a los países europeos hace una década, se ha puesto entre corchetes como una de los mercados emergentes más importantes del orbe. Las inversiones extranjeras, que rozaban los 40 mil millones de dólares hace un año, se desplomaron hasta los 25 mil millones en el primer semestre del presente. La moneda nacional, el real, ha caído frente al dólar un 20% en lo que va de 2015. En términos generales, se espera una reducción de 1.5% en el crecimiento económico de Brasil este año.
Buena parte de esa debacle se debe a Petrobras, la empresa estatal que se vio envuelta en una serie de escándalos que implicaron sobornos por más de 2 mil millones de dólares, que aunados a la caída de los precios internacionales del crudo despeñaron las acciones de la empresa en un 60%. En la quiebra de Petrobras, decenas de empresarios han caído en la cárcel, y otros tantos políticos están bajo la lupa. Entre ellos está el partido gobernante de Dilma Rousseff, quien fuera Ministra de Energía antes de llegar a la presidencia, y quien ahora está acusada por lo menos de negligencia en su antiguo cargo. Su popularidad también está en picada: en junio de 2012, llegada a su cargo, gozaba de una simpatía del 59%, ahora le queda solo el 15%.
Pero Brasil sigue y seguirá siendo el edén de la felicidad: a pesar de la bancarrota económica y la crisis política, Río de Janeiro se prepara para los Juegos Olímpicos del 2016.