Se acabaron las campañas políticas en Twitter. Hace unos días, Jack Dorsey, el jefe máximo de la empresa, anunció el fin de los contenidos políticos en Twitter, diciendo que eso daba ventaja a los anunciantes dirigiéndose a públicos muy amplios. Y se inició la guerra. Mark Zuckerberg, la cabeza visible de Facebook, acudió al Congreso para señalar que su empresa no iba a prohibir ningún tipo de contenido, porque eso sería limitar la libertad de expresión de sus usuarios.
El antecedente de todo esto puede rastrearse en el pasado mes de septiembre, cuando las redes sociales se negaron a quitar un anuncio en el que el presidente Donald Trump atacaba a su rival Joe Biden, el puntero de la carrera por la candidatura presidencial de los demócratas. El anuncio fue visto como una noticia falsa, y Elizabeth Warren, otra candidata demócrata, publicó en Facebook que Mark Zuckerberg apoyaba abiertamente Trump, lo cual era también una noticia falsa.
La disputa contribuye al enrarecimiento de la política en Estados Unidos a un año de sus elecciones presidenciales. El poder del dinero y de los medios, como se sabe, es definitivo. Y las mayores sumas que se gastan los candidatos y los partidos se van a la televisión.
La polémica apenas empieza. Pero el problema no son las redes sociales, sino las mentiras que se dicen en ellas.