El Plan para la Paz y la Seguridad Pública del próximo gobierno tiene un gran acierto y muchas omisiones. El acierto radica en ampliar notablemente el número de elementos de las fuerzas de seguridad pública, creando un nuevo cuerpo llamado La Guardia Nacional. Este nuevo cuerpo tendrá 150 mil nuevos elementos en un lapso de 3 años. Y en eso reside el acierto, porque México tiene solamente la mitad de los policías que requiere. Cuenta con una raquítica fuerza policial de cerca de 120 mil elementos, y de acuerdo a las recomendaciones de las Naciones Unidas necesita el doble de ellos. Además, la policía tiene salarios que difícilmente alcanzan para satisfacer las necesidades básicas de las familias, y apenas la tercera parte de ellos pasaron los niveles de capacitación que se requieren.
El presidente electo planteó el tema de la seguridad como si fuera una dicotomía: o se apoyaba en el ejército o se apoyaba en la policía. Y según sus propias palabras, decidió apoyarse en el ejército. ¿Por qué? Porque la policía no está capacitada, ni profesionalizada, y muchos veces es deshonesta, para decirlo con un eufemismo.
Después de tomar esta decisión, López Obrador fue sepultado con un alud de críticas. Lo que decidió fue, precisamente, lo que hizo Felipe Calderón en su momento: apoyarse en el ejército. Militarizar el tema de la seguridad pública. Ahora el nuevo presidente lo hace con un fuerte incremento de miembros de la Guardia Nacional, y señala que ante todo se respetarán los derechos humanos. No habrá, en ningún caso, represión contra la población. Pero ése es solo una parte del problema.
En el nuevo esquema el problema mayúsculo es lo que se hará con la policía. ¿Quitarla? ¿Sustituirla con la Guardia Nacional? Eso no se menciona. Y como no se menciona, silenciosamente emerge un panorama funesto: si se ingresa a la Guardia Nacional en el combate a la delincuencia organizada sin tomar en cuenta a las policías, lo que vamos a presenciar será una guerra entre el nuevo cuerpo de seguridad y los anteriores; es decir, la policía federal, las policías estatales y los enjambres de policías municipales, en su gran mayoría asociados al crimen organizado.
Lo que urge, entonces, es atender a las policías.